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Crítica de la película

'El ilusionista': Magia, sin trampa ni cartón

'El ilusionista': Magia, sin trampa ni cartón

martes 04 de octubre de 2011, 12:49h
'El ilusionista' es una nueva confirmación de que el cine de animación vive uno de sus mejores momentos. Partiendo de un guión que nunca se filmó del mítico director francés Jacques Tati, Sylvain Chomet firma una película irregular que gracias a un final antológico logra aquello tan difícil de conseguir, la magia del cine.
Sylvain Chomet rinde homenaje a Tati en una película que no sólo lleva su firma en el guión, sino en la que se puede sentir su poderosa influencia en el desgarbado protagonista. Un mago que, en una preciosa secuencia, se descubre como espejo del director de 'Playtime'. Se trata del momento en el que el protagonista de la cinta entra en un cine en el que se proyecta 'Mi tío', con la imagen real del propio Tati interpretando a su personaje más celebrado, el señor Hulot, que sirve de clara inspiración para el mago de 'El Ilusionista'.

La historia nos muestra las evoluciones de ese mago. Un hombre que malvive realizando su espectáculo de ilusiones ante un público al que ya no le interesa. Sus pasos le llevarán a un pequeño pueblecito escocés donde una adolescente creerá que la magia del mago es verdadera y no simple ilusión. Con esta sencilla premisa se desarrollará la historia. Claro que el acierto de la película no radica tanto en lo que cuenta sino en cómo lo hace.

Contando con un guión de Jacques Tati, en 'El Ilusionista' no hay casi diálogos y todo se nos explica a través de la imagen. Sirva como ejemplo la escena que comentábamos antes. El problema con Tati es que si bien tiene la capacidad para reflejar lo patético y, a la vez, sentimental de la vida, sus gags no tienen gracia. Es un reflejo de Chaplin, en el que sólo acierta con la parte melodramática pero no con la cómica. Pero Chomet lo arregla centrándose en lo primero. Aquí la forma concuerda perfectamente con el fondo, pues 'El ilusionista' es una película melancólica y lírica y no tanto una comedia. Por ello tiene cierto parecido con las 'Candilejas' chaplinianas, especialmente en el retrato de una profesión en declive.

La película cojea por momentos, especialmente en los gags puramente cómicos, pero ese problema se verá compensado al final con un broche de oro. Una preciosa y mágica secuencia final nos recordará que puede que no existan los magos pero sí la magia. Momentos como ese hacen del cine, como pensaban Fellini o Welles, el verdadero ilusionista de nuestros tiempos.
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