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El Papa habló y se armó el belén

El Papa habló y se armó el belén

viernes 07 de diciembre de 2012, 10:55h
Como ocurrirá en la mayoría de las ciudades españolas, en Sevilla por estas fechas suelen colocar una especie de mercadillo céntrico donde se venden las diferentes figuras que conforman el belén así como los innumerables accesorios que conlleva. Aquí, en la capital de Andalucía, junto al Archivo de Indias, una treintena de casetas ofrecen figuras de la Virgen, San José, el Niño Jesús, la mula, el buey, los pastores, los Reyes Magos, los ángeles, la estrella de la ilusión, el castillo de Herodes, las lavanderas y todo lo que rodea a un belén en toda regla. Hasta aquí, nada nuevo bajo el tímido sol invernal sevillano. Ocurre que el Papa ha escrito un libro sobre la infancia de Jesús y está descolocando al personal. Primero dijo que en el nacimiento no había ni mula ni buey con lo que muchos fieles cristianos, dóciles a las ordenanzas del Sumo Pontífice, que todos sabemos que es infalible en sus opiniones, optaron por suprimir del portal a los tradicionales animalitos y dejar huérfanos de calor a María, José y al Niño. Vamos que ahora hay que echarle a la Sagrada Familia una mantita por encima para que no se agarren una pulmonía.

Ahora resulta que los reyes magos ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos ni eran de oriente, sino que venían de Tartessos, o lo que es lo mismo, del Coto de Doñana, como los linces. Y claro, si eran andaluces no iban a ir hasta Belén montados en camellos, animal extraño que por aquí sólo se ve en los zoológicos o en las cabalgatas del 5 de enero. Irían, como mucho, en caballos o en burro, o en una carreta como las del Rocío. Y eso de que uno era rubio, otro moreno y el tercero negro como el hollín, nada de nada. Los tres, oriundos de Cádiz, Huelva o Sevilla, serían como mucho morenitos agitanados. Y nada de llamarse Melchor, Gaspar y Baltasar. Como mucho se llamarían Curro, Nono y Pepe y llevarían al Niño Jesús no oro, incienso y mirra, sino, en todo caso, plata de las minas de Tharsis, azahar de los naranjos sevillanos y aceite de oliva. Cuando no le llevaran una botellita de fino o manzanilla para entonar el cuerpo. Vamos que el Papa está destrozando de un plumazo una de las tradiciones más arraigadas en el pueblo. Con lo felices que éramos colocando cada año el belén en un rincón del salón de nuestras casas, incluido al caganer catalán. No me extraña que cada vez sean más los que desisten y acuden, como mal menor, a Papa Noel, a Santa Claus o al árbol de Navidad. Al fin y al cabo, el gordo de la chaqueta roja y el ¡jo,jo,jo! sigue viniendo en carro tirado por renos desde Laponia.

Total, que Benedicto XVI la ha liado con su libro y en las casas andaluzas el Belén nuevo se parece más al tablao de la Pacheca que al clasico portal. Al Papa solo le faltaba decir ahora que Jesús no nació en un pesebre sino en una pensión rehabilitada o en un piso alquilado por Herodes para acabar con el cuadro. Tal y como lo está pintando el Santo Padre, lo de la Natividad cada vez se parece menos a lo que veíamos y montábamos ilusionados de pequeños. Porque no me digan que si los Reyes Magos eran de por aquí y no de Oriente, no es mucho más difícil de creer que los pastores de la zona, a los que los romanos los tenían bastante tiesos, se acercaran al portal llevando ovejas sobre sus hombros, canastas de huevos, gallinas y toda suerte de regalos. Yo no sé si en la Palestina del siglo I habría crisis, de lo que estoy seguro es que si Jesús hubiera nacido en Andalucía en 2012 lo tendría claro. Estaría en un piso a punto del deshaucio y sus padres, ambos en el paro, tendrían que acudir a Cáritas para conseguir algo de leche con la que alimentar al pequeño.

Para mí que el Papa ha puesto toda su intención en romper falsos mitos sobre el nacimiento de Jesús, dando a entender que la cosa no fue tan idílica como la queremos pintar y que lo de la paz, la felicidad y la alegría navideñas son meros mitos y condicionamientos sociales que nos hemos inventado a lo largo de los siglos para tratar de olvidar los sinsabores de la habitual vida que nos rodea. A mí, que quieren que les diga, me ha abierto los ojos a la realidad. Una Navidad sin mula ni buey y con los Reyes Magos de origen andaluz no es una Navidad como creíamos, sino una especie de romería del Rocío con la Pantoja, Julián Muñoz, Carmina Ordóñez y sus amigos el Chuli, el Pata y el Cabra. Ahora solo falta que el Sumo Pontífice declare anatema por excesivas las consabidas y pantagruélicas comidas navideñas. Lo que son las cosas, y todo por culpa del mismísimo Papa Benedicto XVI. Quién lo iba a decir.  
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