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¿Adiós, Euskadi, adiós?

¿Adiós, Euskadi, adiós?

martes 21 de agosto de 2012, 13:14h
Una de las pocas buenas noticias políticas que, a mi juicio, se dieron en los tres últimos años en España fue el pacto no escrito entre el Partido Socialista de Euskadi y el Partido Popular vasco, que posibilitó un gobierno constitucionalista. Una de las muchas malas noticias que, en mi opinión, se produjeron en los últimos meses fue la ruptura de ese pacto entre PSE y PP, o más exactamente entre el lehendakari Patxi López y el presidente de los 'populares' vascos, Antonio Basagoiti. Una ruptura que va a llevar al desastre constitucionalista -o a agravarlo- en las elecciones autonómicas que López acaba de adelantar para el 21 de octubre.

¿Hay que decir adiós a una Euskadi española, que amenaza con convertirse en un feudo de los soberanistas, de los que abominan del sistema y, desde luego, de España y de cuanto significa? Espero, inveterado optimista, que no. Pero, claro, para ello haría falta abordar de una vez la Gran Operación Política tan aplazada por tirios y troyanos, nunca mejor dicho.

Que el pacto PSE-PP no podía mantenerse, llena de contradicciones como estaba la relación entre los socialistas y los 'populares' nacionales, era obvio. Como obvio fue que, cuando dos se quieren entender, y mira que había distancia entre ambos, se entienden. Patxi López y Antonio Basagoiti son, según mi criterio, dos políticos excepcionales, de los que trabajan de verdad para el ciudadano y de los que saben mantener la propia independencia incluso frente a su partido: Basagoiti acaba de reiterar esto que he dicho en unas declaraciones, que contradicen las de algunos de sus teóricos jefes en el PP, sobre los cambios en TVE. Es un ejemplo más, el último, y ni siquiera el más significativo.

A López ya le hemos visto haciendo oír su propia voz, ni la de Rubalcaba ni la de Chacón, en el seno del PSOE. Puede que el hasta noviembre lehandakari acabe liderando su partido, o quizá convirtiéndose en el candidato para las próximas elecciones generales.

Quién sabe, porque el futuro está muy abierto y la situación se ha vuelto muy fluida.

Lo que no está tan abierto es lo que pueda suceder en Euskadi a raíz de estas elecciones. Los sondeos son unánimes a la hora de predecir que una alianza entre el Partido Nacionalista y los mal llamados 'abertzales', los que se integran en Bildu y Amaiur -herederas directas de Batasuna- y, por cierto, en el rechazo a las cosas que quiere al menos la mitad de los vascos, ganaría con cierta holgura estos comicios autonómicos. Y entonces ¿qué ocurrirá? Las tensiones derivadas de la época del nefasto Ibarretxe y su 'plan' van a ser casi nada en comparación con lo que viene.  No hará falta que ETA, pienso que prácticamente desmantelada, venga a presionar con sus violentos y con sus verdugos el sendero hacia la ruptura del Estado. Habíamos vencido al terrorismo sin conceder nada a la banda y, sin embargo, ahora podemos perder todo el terreno ganado para la estabilidad.

Ignoro por qué nadie -en los estamentos oficiales- parece entenderlo, pero es ya más que urgente un gran pacto que refuerce al Estado frente a las tendencias disgregadoras. Porque, como nos han repetido hasta la obsesión este verano algunos político nacionalistas, en Cataluña también podría darse un adelanto electoral, al que Convergencia -no estoy tan seguro de que Unió hiciese lo mismo--  acudiría, si nadie o un pacto fiscal no lo remedian, con un programa claramente rupturista con el Estado y de la mano del mismísimo president de la Generalitat.

Y ¿hasta qué punto podría prender este ánimo centrífugo en la tercera Comunidad que formó el pacto Galeusca, Galicia, también asomada ya a sus propias elecciones?

Por si Mariano Rajoy, y todos nosotros por cierto, quienes deseamos una España unida, plural y en paz, no tuviésemos suficientes problemas, volvemos a reeditar  el grave lastre territorial que, de cuando en cuando -no hay más que releer a los profetas de la catástrofe del 98, o a Ortega-, asola y desconsuela a ese país nuestro.

Ese gran pacto tiene que tener como objetivos el permitir que todos los vascos sometidos, por décadas de violencia y de horror, al exilio interior puedan votar. E impedir que el victimismo 'abertzale' pueda presentar al encarcelado Arnaldo Otegi casi como un nuevo Nelson Mandela 'a la vasca', cosa que ya han comenzado a intentar, una vez que les fue imposible presentarle como candidato.  Pero el fruto más importante de ese gran acuerdo nacional, además de algunos 'arreglos' legales puntuales y muy necesarios, sería una rápida promesa de reforma constitucional en lo referente a las autonomías (Título VIII), que garantice y refuerce los lazos de las 'históricas' con el Estado, al tiempo que permite dar un trato diferente a algunas de ellas. Este pacto autonómico no sería una cesión del Estado, sino una reordenación del mismo, exigida por las circunstancias y por la marcha inevitable de los tiempos. Empeñarse en las viejas recetas, como han hecho, desde la mejor voluntad sin duda, algunas voces estos días, es mantener una ceguera muy perniciosa.

Ha llegado -de hecho, llegó hace bastante- el tiempo del realismo y de mostrar en política el mismo valor y el mismo pragmatismo del que se presume a la hora de adoptar medidas económicas impopulares. Lo dicho:

sigo sin entender a qué esperamos para emprender, a nivel nacional, el camino que dos personas a mi modo de ver ejemplares, Patxi López y Antonio Basagoiti, ya iniciaron hace años. Ese camino se malogró -de todas formas, una coalición PSE-PP difícilmente ganaría ahora, esa es la verdad, frente a la embestida nacionalista-soberanista--; que no se frustre ahora a una mucha mayor escala. Me parece que la apuesta sobre el tapete es demasiado fuerte como para seguir pasando.


>> Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>         
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