Tras el paso, esta semana, de
dos ex secretarios generales y de la actual secretaria general por el despacho
del juez
Pablo Ruz, que instruye el que llamamos 'caso Bárcenas',
tengo la impresión de que el paisaje se ha llenado de ciudadanos incrédulos,
insatisfechos, más recelosos aún de lo que ya lo estaban antes de comenzar
estas declaraciones, o antes de la comparecencia de
Mariano Rajoy en el Parlamento,
el pasado día 1. Poco se ha aclarado tras las manifestaciones de
Alvarez
Cascos,
Javier Arenas y
Cospedal ante el magistrado, y poco se despejó el negro
horizonte tras la sesión plenaria de hace dos semanas en el Senado. Yo inclusoo
diría que el lío se enmaraña aún más, y cualquier observador un poco atento
guarda en su almario decenas de preguntas no respondidas de modo satisfactorio,
ni en sede judicial ni en sede parlamentaria.
Aseguran quienes han hablado
con Mariano Rajoy allá en las alturas de Pontevedra que el presidente está
perfectamente tranquilo, y que habla casi a diario con sus colaboradores pero
sin perder su afán de trotar, sudoroso, por los senderos. Entre esos
colaboradores, mención especial merece la secretaria general del PP, María
Dolores de Cospedal. Que se ha llevado buena parte de los titulares de la
semana con esa declaración ante Ruz -aunque yo creo que el contenido de
lo dicho ante el juez por los tres comparecientes de esta semana no se está
filtrando de manera muy exacta-en la que habría asegurado que el pacto
para pagar y mantener los privilegios de Bárcenas fue cosa de Arenas y...Rajoy.
Ya vendrán las precisiones, los desmentidos, los dimes y diretes, pero el caso
es que la confusión aumenta y ello facilita que las peticiones de la oposición
para que Rajoy dimita se recrudezcan.
El 'caso Bárcenas'
se va, indudablemente, a cobrar cabezas. No por responsabilidades penales, pero
sí políticas. Es evidente -se haya o no reconocido ante el juez-- que
hubo descontrol en los pagos y en los cobros, y ningún secretario general de un
partido puede alegar desconocimiento al respecto sin que le cueste un elevado precio
político. Como Cascos ya no pertenece al PP, me parece urgente desvincular a Arenas
de la vicesecretaría general -en la que, de todas maneras, dada su mala
sintonía con Cospedal, no hace gran cosa-y permitirle que declare el fin
de sus días políticos, que no han sido ni pocos ni exentos de controversia. Lo
siguiente sería una ordenación urgente del equipo dirigente en Génova, a cuyo
frente está una Cospedal que no puede apagar tantos fuegos simultáneos: o se
mantiene en la secretaría general del PP o en la presidencia de la Junta de
Castilla-La Mancha, consintiendo, en este caso, que su rival
Soraya Sáenz de
Santamaría entre a poner u poco de orden en la sede de la formación que, no lo
olvidemos, sustenta al Gobierno de España.
Permitir que continúe esta
sensación de 'sálvese quien pueda', de descontrol en la sede de
Génova, de odios cainitas y de 'que cada palo aguante su vela'
acabará disolviendo esta formación. Sí, por mucho que baje la prima de riesgo y
suban los valores del Ibex, por mucho que las economías francesa y alemana
tiren de la española, por mucho que empiecen a proliferar los trabajadores
autónomos; puede que la economía ofrezca leves, muy leves, signos de mejora,
pero la salud moral del país enfermo no ofrece síntomas de cura, sino de
empeoramiento. Y los españoles, que de todas formas tampoco perciben en sus
bolsillos los 'brotes verdes', se resienten: mire usted, si no, el
tono general de las encuestas que se han ido publicando estas semanas, y de las
que sin duda se publicarán en los próximos días.
No sé si los acompañantes de
Rajoy en sus agotadoras marchas por las rutas 'de la piedra y el agua',
ignoro si quienes pasan sus vacaciones cerca de Cospedal en Marbella, les han
dicho ya que no se puede seguir gobernando el país así, por muy buena voluntad
que ellos le pongan a la cosa -y yo creo y quiero creer que se la ponen--.
No comparto las peticiones de los socialistas para que Rajoy dimita, y no,
desde luego, porque la actitud del presidente me suscite entusiasmo alguno; es
que pienso que su marcha, aunque fuese, supongamos, para ser sustituido por
alguien tan valioso como Sáenz de Santamaría, sería nefasta ahora -ahora--
para los intereses nacionales e internacionales de nuestro país, y otra cosa
será cuando se aproximen las elecciones, ante las que el presidente me parece
que tendrá difícil volver a ser candidato.
Pero sí estoy convencido de
que, aunque no la de Rajoy, deben rodar algunas cabezas:, por muy mala voluntad
que atribuyamos a las filtraciones-vendetta de Bárcenas, por mucho que
cuestionemos sus 'verdades', alguien tiene que pagar el pato para
devolver un mínimo de confianza a la ciudadanía.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>