El final de una época

Hay signos evidentes de cambio climático en la sociedad española, detalles que, aislados, parecen de escasa significación, pero que unidos van tejiendo una especie de manifiesto al alcance de quien quiera leer.

Sin duda, la muerte de la Duquesa de Alba es el fin de una época, incluso de una manera de entender el transporte por carretera, porque cuando pusieron el AVE a Sevilla, ya dijo Pedro Ruíz que las fincas parecían más pequeñas. Doña Cayetana asumía la sanción de Bernard Shaw, que afirmaba que cualquier persona tarda diez años en acostumbrarse a la edad que tiene. En el caso de la señora Duquesa, a quien Shaw no tuvo el gusto de conocer, puede que el periodo subiera hasta los veinte. Hacía ya mucho tiempo que en los colmaos los cantaores no tenían que echarse al coleto una copa de fino, cuando lo que anhelaban era un bocata de jamón, porque, primero el sindicato franquista de espectáculo, circo y variedades, y, luego, el sindicato horizontal, fue redimiendo poco a poco, a la grey, y cuando quedaba alguno rezagado, como Chiquito de la Calzada, se le llevaba a la televisión para demostrar la rareza.

Mi respeto a la señora Duquesa es amplio y generoso, pero estoy en contra de anotar en el haber de las virtudes que se tomara el mundo por montera. Cuando se nace en la cuna de los Alba es muy sencillo tomarse el mundo por montera. Lo difícil es hacerlo, siendo jefe de contabilidad de una bodega.

A mí me parece que doña Cayetana nunca se acostumbró al cambio generacional en las actuales promociones de señoritos, y le desconcertaba no saber cómo tratar a un millonario de los ERE o a un cacique autonómico. Entre eso, y que la Junta ya han empezado a reclamar premios y distinciones, me parece que Cayetana, que es hija predilecta de Andalucía, ha decidido evitar situaciones comprometidas y ha elegido descansar en paz.