Reparación política

Habló la sala, como lo hacen los jueces, a través de una sentencia con su exposición de motivos. Ya conocemos la sentencia sobre la masacre de aquel 11 de marzo de 2007. ETA no tuvo nada que ver en aquella masacre y los islamistas no fueron movidos a distancia por elementos claves de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado afines y/o proclives al PSOE. Tanto las víctimas como los acusados –ya condenados—pueden recurrir ante el Tribunal Supremo aquellos aspectos de la sentencia con los cuales no estén de acuerdo. Luego vendrá el trámite de la ejecución de sentencia. Y con él, todo aquello que pueda ser reparado.

Según lo probado y actuado en la vista, que se recoge en la sentencia, los hechos quedan establecidos. Y con ellos se vienen al suelo interpretaciones interesadas, malignas en más de un sentido, que han lastrado gravemente esta legislatura, la del Gobierno que preside José-Luis Rodríguez Zapatero. Las tesis iniciales del Partido Popular acerca de una abracadabrante conspiración, dirigida a lograr su derrota en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, se han quedado vacías de contenido. Por boca de su líder, Mariano Rajoy Brey, el primer partido de la oposición, evidentemente sin gran entusiasmo y con nulo dolor de contrición, hace ver como que se encuentra satisfecho con el fallo judicial. ¿Mostrarán, ante la tozuda contundencia de los hechos probados, la misma conformidad los adalides mediáticos de la tesis –por no decir dogma—de la conspiración? Habrá que esperar a las ediciones de mañana para saberlo.

Las víctimas directas de la masacre han obtenido en los tribunales una reparación. Una reparación que, y nunca mejor dicho, era de justicia. Aunque haya –que los habrá—recursos, el del 11M es ya un caso cerrado judicialmente. Pero, en el ámbito político, sigue abierto. Aún falta una reparación, la que se les debe a los difamados y calumniados políticamente. Porque –y ojalá que se pudiera decir lo contrario—la tesis de la conspiración no fue, en ningún momento, ni siquiera durante las cinco o seis primeras horas siguientes a la masacre del 11M, producto de la sorpresa, del desconocimiento, del error o de la ignorancia. Fue hija de la mala fe. Gran parte de los políticos del Partido Popular --que casi hasta hoy mismo seguían empeñados públicamente en lo de la conspiración— se han puesto en primer tiempo de saludo, han cerrado filas y desfilan tras Rajoy, uniendo su discurso al de su líder. A los voceros mediáticos del PP les acaban de dejar solos. Que les aproveche.