MODAS INFAMESPícaros
lunes 12 de septiembre de 2011, 09:03h
Fue Inmanuel Kant quien, en alguno de sus innumerables escritos, vino a decir que es mucho más fácil aprender a filosofar que hacer filosofía. Nuestros clásicos literarios, en el arte de vivir aprovechándose de la bondad, de la inocencia y de la tolerancia, cuando no de la estulticia ajenas, posiblemente fueron los inspiradores del filósofo alemán a la hora de enunciar tan contundente conclusión.
Y es que, en efecto, en la mayor parte de los ámbitos de la supervivencia del día a día es mucho más fácil pasar a la acción que hacer pedagogía para intentar crear escuela. Vamos, que -ahora, como ayer y mañana- no parece necesario instruirse en el Lazarillo de Tormes, el Buscón, el Pícaro Guzmán de Alfarache ni formar parte de la hermandad de Monipodio, para ser un destacado miembro de la legión de pillos, ladinos, pícaros, listos, socarrones, maliciosos, taimados, engañosos, arteros, intrigantes, maquinadores, maniobreros, perversos, marrulleros o tramposos que inundan la geografía patria. Afortunadamente son minoría, pero haberlos haylos en todos los estratos sociales, en todos los grados posibles y no hay más que salir a la calle para toparse con uno de ellos en menos que canta un gallo.
Existen tanto en la Administración, como entre los administrados; en el deporte de élite como en quienes acuden a los estadios; entre camareros, obreros de la construcción, profesores, empresarios, sindicalistas, actores y cantantes, tanto como en el gremio de escritores, joyeros, agricultores, periodistas, comerciantes y consumidores… y así un largo etcétera que podría incluir uno a uno todos los estamentos, categorías y roles sociales de quienes habitamos la vieja piel de toro.
A la cola
Para descubrirlos, nada mejor que ponerse a la cola en cualquier museo, banco, teatro, restaurante self service o ventanilla de información de cualquier estación o aeropuerto. Inevitablemente, en menos de cinco minutos, aparece alguien que, con excusa o sin ella, pero siempre con el mayor de los descaros o la más exquisita inocencia, se salta a la torera la fila entera para aproximarse decidido al origen de sus contratiempos para, instantes después, y sin tener que soportar la espera de todo hijo de vecino, regresar triunfante a la puerta de salida, no sin dirigir una leve sonrisa de desprecio a quienes nos quedamos respetuosamente a la espera de nuestro turno…
Si no es así, me gustaría que alguien levante la mano para contradecirme y, de paso, lanzar acusaciones de que no soy más que un periodista insidioso, exagerado y reaccionario que no hace más que buscar ejemplos excepcionales para intentar generalizar y, a renglón seguido, acusarme de franquista y todo eso…
Afortunada o desgraciadamente, el modo de ser de los pueblos y, por tanto, de todos nosotros, sus integrantes, no obedece a modas puntuales ,ni son los regímenes políticos ni los partidos que en cada momento histórico detenten el poder para que vicios tan profundamente arraigados en su ADN colectivo aparezcan o desaparezcan así como así, de la noche a la mañana. Me remito a las pruebas que de forma tan brillante y entretenida fueron acuñadas durante el Siglo de Oro de nuestra literatura y que han marcado uno de los aspectos del modo de ser de un tipo de españoles que, sin duda alguna, ha llegado hasta nuestros días.