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El taxi, un lujo inalcanzable

jueves 13 de diciembre de 2007, 18:40h
Tras mucho estudiar el problema de los taxis en Madrid, he llegado a una conclusión tan inesperada como sorprendente: en la capital no faltan taxis; lo que ocurre es que sobran clientes. A ver, si no, qué hace toda esa gente que en plenas navidades decide salir a cenar —ya ves tú la ocurrencia— y no llevarse el coche;  ¿qué van a beber? Pues que no beban, hombre; los brindis, en casa, y con el cuñado al lado.

¿Y esas docenas de personas con las que me cruzo miradas asesinas cualquier tarde, a eso de las 4.30, en plena Gran Vía? ¿A quién se le ocurre salir de una comida y querer coger un taxi? Nada, hombre, al trabajo se vuelve dando un paseíto, y así baja la comida y reposan las ideas. Lo malo son los del departamento de recursos humanos; una panda de intransigentes, que no aceptan un retraso, oiga.
 
Tuve ocasión de presenciar, en diciembre del año pasado, una escena que de puro surrealista merece figurar en un guión de película (tal vez algún día lo escriba). Escenario: la calle de Alcalá, caminito de Cibeles; tres de la madrugada. Río de paseantes obligados a deambular hacia el “búho” como único medio de llegar a casa (algunos estamos ya mayores para hacernos 15 kilómetros a pie a esas horas; aburguesados que somos).

El Taxi —las mayúsculas se las merece por lo inesperado de su presencia y la ovación con que se le recibió— fue literalmente asaltado por media docena de ansiosos pre-pasajeros. El conductor, ordenado donde los haya, los formó en fila junto a la ventanilla del copiloto. Desde allí, iba escuchando el destino de cada cual. Y al final, eligió de entre los potenciales clientes, aquel que le gustó más (por apariencia , lugar de destino o quién sabe qué).

Indignante , ¿verdad?, sonrojante, y varios otros adjetivos. Pues que conste que me hubiera parecido igual de mal si yo no me contara entre los que nos quedamos en tierra. El taxi se ha convertido, especialmente en estas fechas, en todo un lujo inalcanzable. Pero no por sus precios, sino por lo difícil que resulta encontrar uno libre.
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