La sentencia implacable

Naturalmente, no todos han quedado satisfechos ni felices, tras conocer el resumen de la sentencia que divulgaba este mediodía el juez Gómez Bermúdez "a España y al mundo". Inmediatamente después de la lectura ya se conocieron algunos anuncios de discrepancia y algunos anuncios de que habrá recurso por parte de algunos acusados y condenados.  Es seguro que ni mucho menos ha podido convencer a todos,  acusados o medios informativos "empeñados" en su verdad. Ni tampoco las víctimas o sus familiares sobrevivientes han podido quedar satisfechos con los años de condena de los demostrados culpables, para quienes hubieran querido sanciones mucho más severas.

Pero sí hay una serie de cuestiones que parecen haber quedado meridianamente claras en la actitud y decisión de los magistrados:

- primera y principal, que han sido condenados aquellos individuos, de entre los acusados, sobre los que pesaban pruebas concretas y demostradas. Eso hace, por ejemplo, que  el que pasaba por ser "mentor" o inventor de la gran matanza, El Egipcio, haya sido declarado inocente. No había pruebas suficientes contra él, e incluso los indicios que se habían empleado parece que quedaron muy desleídos en las más recientes informaciones.

 - segunda conclusión elemental: no hay pista alguna que conducta a ETA. Ni testimonio que la avale. Sólo las elucubraciones políticas e interesadas de algunos "conspiranoicos" alentaron esa tesis que hubiera justificado la actitud mentirosa y falaz de algunas informaciones del portavoz Acebes en las horas dramáticas y cruciales del drama, cuando ya los investigadores policiales tenían plena seguridad de que la autoría correspondía íntegramente a los fanáticos islamistas. En el PP se había debatido y determinado que si era ETA ganaban las elecciones y si eran los islamistas de Al Qaeda las perdían, por la inevitable relación que los ciudadanos harían con la participación en la guerra de Irak.

- otra conclusión fundamental: toda la dinamita y todos los explosivos salieron de Mina Conchita y los aportó la idiotez mental de un minero llamado Trashorras, convertido de esta manera en pieza fundamental  e imprescindible de un crimen de extraordinarias dimensiones.

- El juez ha tenido buen cuidado en aclarar pormenorizada y minuciosamente otra serie de detalles sobre los que corrieron ríos de tinta, empozoñando un trabajo esforzado y formidable de los jueces y fiscales  que instruyeron el sumario. Pero habrá sido un esfuerzo probablemente baldío, por el fanatismo de esos periodistas y políticos conspiranoicos*. Y además, las deficientes actuaciones de los confidentes y de quienes los tenían a su cargo, o de algunos agentes de la seguridad del estado que no quisieron ver lo que tenían ante sus ojos.

El presidente Zapatero ha elogiado la actuación modélica de jueces, fiscales, fuerzas de seguridad del Estado*, en fin, de todos cuantos han hecho posible que el caso se aclarara, juzgara y sentenciara entre marzo de 2004 y octubre de 2007, cuando otros atentados terroristas similares no han podido siquiera detener a presuntos culpables. De todo eso se felicitaba el presidente. Y de que apenas queden otros secretos ni incógnitas que los que se llevaron consigo los suicidas de Laganés.