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Euskadi busca la paz

Euskadi busca la paz

martes 22 de junio de 2010, 14:10h
    Es difícil comprender el maremoto de opinión que ha causado el documento y la publicidad de las opiniones de Jesús Eguiguren, presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), cuando ha tenido el valor de asumir la responsabilidad de hacer algo elemental como responsable político: dirigirse a los ciudadanos y a las demás fuerzas políticas para decir algo sobre lo que todos pensamos a diario y hablamos a diario. Como ya he dicho en otras ocasiones, alguna patología sufre nuestra democracia cuando es preciso guardar silencio ante problemas políticos graves y complejos como es el escenario de un previsible final de la violencia y el terror en Euskadi. Salvo que ese silencio constituya parte de la estrategia, en cuyo caso se nos debería explicar, los ciudadanos tienen, tenemos derecho, a saber es con lo que nos podemos encontrar, cuales son las diferentes opciones que se plantean y hasta donde debe llegar la democracia para alcanzar la paz definitiva en Euskadi tras cincuenta años de  muerte y desolación.

    Carece de sentido organizar una trapisonda en  torno a Jesús Eguiguren porque dice lo que piensa. De momento, nos ha permitido a todos avanzar en unas reflexiones y en unas preguntas que todos nos hacemos llenas de matices, de claroscuros, de contradicciones, porque así será el final de ETA. Por consiguiente, será mejor que los ciudadanos acompañen a los partidos políticos en esta etapa, que no será corta, para que dispongan de la capacidad de decisión y con la información y criterio suficiente.

    El objeto de estas líneas no es penetrar en un análisis preciso del contenido de las opiniones de Eguiguren. Además, creo que en lo esencial, no discrepa de la política que venido defendiendo el ministerio del Interior tras la ruptura de la tregua por parte de ETA. “Votos o bombas”. O Batasuna convence a ETA para que cierre la persiana o rompen con ellos de forma fehaciente y contrastable para poder estar en las instituciones democráticas. Esa es la esencia de la nueva estrategia, que no es tan nueva. La pregunta que se hace Eguiguren se refiere a la actitud que debemos adoptar todos si se produce tal situación y si podemos de alguna forma “acompañar” o “facilitar” la ruptura o el “desistimiento” de ETA. Al menos así lo entiendo yo. El asunto es delicado. Y seguramente los matices se modificarán de forma continúa. Entre otras cosas, porque lo que ocurra en el seno de ETA, y entre ella y la izquierda abertzale, no depende los demócratas. En ese mundo, lo que hoy es azul, mañana puede ser verde y al contrario.

    Pero de todo lo ocurrido deberíamos extraer algunas conclusiones positivas para todos. La primera se refiere a la manida frase que utilizamos todos pero no sabemos muy bien lo que decimos. “Estamos en el final de ETA” ¿En que consiste el final de ETA? Para unos, especialmente en los ámbitos del Partido Popular, estiman que se trata de  “derrotar” a ETA. No creo que ni ellos mismo sepan lo que quieren decir. Pero debemos ir con cuidado con este asunto porque las Fuerzas de Seguridad podrían detener a todos los militantes de ETA, desmantelar todas sus estructuras, recuperar todos sus fondos, y, sin embargo, el “problema de ETA” podría subsistir. Es decir, no debemos confundir la “derrota” de ETA con la detención de sus militantes. Como ya he dicho en otras ocasiones la derrota de ETA será política, está siendo política, cuando una parte de la sociedad vasca que todavía le da sustento a la violencia comprenda que por ese camino no hay solución. La lucha policial es una parte de la batalla para derrotar y superar la violencia. Podemos tomar el ejemplo de Irlanda para aproximarnos a la dificultad de todo lo que vamos a vivir. A pesar del tiempo transcurrido, y del extraordinario blindaje político que ha protegido el proceso de paz desde los acuerdos del Viernes Santo, permanecen pequeños grupos que reivindican al IRA, que han asumido asesinatos y que hace pocos días intentaban cometer un importante atentado con un coche cargado con un potente explosivo. Tras los incendios quedan los rescoldos y apagarlos definitivamente no es fácil.

    El final no será lineal. Seguramente veremos más atentados, más víctimas. La debilidad actual de ETA se resume en que, a diferencia de hace quince o veinte años, cada asesinato que comentan hoy le aísla más y más de la sociedad vasca y de sus ámbitos de apoyo. Se producirán crisis internas, fracturas, combates ideológicos y resultará muy difícil  que podamos decir un día: “hoy se acabó ETA”.

    La segunda consecuencia que deberíamos asumir y agradecer a Eguiguren se refiere a la urgencia en aparcar el terrorismo como cuestión electoral y llevarla al terreno del que nunca debió salir: el terreno del consenso.
   
   Si algo aprendimos de la última tregua es será imposible hacer frente a los desafíos del futuro sin un acuerdo entre los partidos políticos. Si hay alguna cuestión “de Estado”, es ésta. Ninguno de los dos partidos con posibilidad de gobernar en España podrá dar un paso si sufre el acoso y la voluntad de desgaste del oponente. El espectáculo que nos ofreció el PP durante al última tregua resultó bochornoso. Temía que Zapatero se convirtiese en una versión moderna del “Príncipe de la Paz” e hizo volar sin contemplaciones todos los puentes utilizando de forma insensata la información falsa, cierta y medias verdades que le facilitaban sus “topos” presentes en los servicios de inteligencia del Estado, en la Policía y en la Guardia Civil. El ejemplo positivo nos lo proporcionaron en Gran Bretaña el premier Major (conservador) y Tony Blair (oposición laborista), cuando decidieron iniciar las conversaciones con el IRA bajo el gobierno de los conservadores. Poco después llegaba al poder el partido laborista manteniendo los principios acordados y la colaboración entre ambos. Como consecuencia de todo ello nacieron los ya citados acuerdos de Viernes Santo y el principio de la paz en Irlanda del Norte.    

    Entramos en una fase decisiva para todos, para Euskadi y para España. Nadie comprenderá que los responsables políticos no estén a la altura de las circunstancias. Que no sean capaces de sentarse en una mesa para hablar de futuro de la paz en Euskadi, de pensar en la forma de conquistarla, y de trabajar por ella. Al final el gran delito de Jesús Eguiguren ha sido pensar en la paz. Gracias.


*Enrique Curiel es profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid.
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