Efectivamente, Rubalcaba no hablaba en vano. En los documentos incautados a ETA, a los que ha tenido acceso Diariocrítico, se se detallan los
planes para la fabricación de una furgoneta-bomba, adaptada para turismo en camping, con un contenedor de basura tipo PVC de medidas aproximadas de 110 cm de longitud, 90 cm de ancho y 60 cm de altura, al cual se le habrían suprimido las ruedas y resto de accesorios. El dispositivo estaría recubierto de madera tipo aglomerado y fijado con tirafondos en un lateral de la furgoneta.
Los etarras habían pensado en todo para evitar detenciones en el caso de tener que pasar por una inspección policial: sobre el conjunto se colocaría una colchoneta y unos cojines que simularían una cama. Dado que la explosión tenía que ser descomunal, los dirigentes etarras preveían una cantidad de explosivo de 650 Kg de amonitol como carga principal, reforzada por 3,7 Kg de pentrita y una cantidad indeterminada de cordón detonante. El procedimiento de iniciación sería temporizado y compuesto por un reloj Casio.
Además, y como muestra de la mente criminal etarra, para el caso de que fueran descubiertos habían previsto un sistema antiapertura con célula fotosensible, con el fin de que el artefacto estallara a los artificieros que manipularan el artefacto.
Según esos planes, analizados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y distribuidos a todas las Comandancias de la Guardia Civil, los etarras pretendían dos grandes atentados: uno en Mérida (Badajoz) y otro en Sevilla.
Analizados los documentos por efectivos de la lucha antiterrorista dedujeron que el único objetivo que podrían pretender los etarras en Mérida era la Academia de Tráfico de la Guardia Civil. En Sevilla no se ha podido aún calcular cuál era el objetivo de los etarras.
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