¡Qué campaña, por favor!

Está claro que algo hemos debido hacer mal para merecer una campaña electoral como esta. Unas elecciones europeas son a la política lo que un partido de solteros contra casados al fútbol profesional. Pero visto el tono de esta campaña que ya cerramos, se trata de un partido de un pueblo chungo, con muchas rencillas entre los solteros que no quieren seguir siendo solteros y sobre todo entre los casados que no deben estar felizmente casados.

Por mentira que parezca en casi todas las campañas electorales que recuerdo ha habido algún hueco – alguno – para las propuestas. Por ejemplo: aunque la campaña de las municipales de Miguel Sebastián fue la de la “portada de la Corulla” tuvo un día en el que habló de los tranvías o de una playa en el Manzanares. Si hasta Sebastián tuvo un hueco para proponer algo, ¿qué mal hemos hecho los ciudadanos para merecer dos semanas de Falcons, escoltas, brotes verdes y liderazgos planetarios y ni una sola propuesta?.

Una campaña electoral y una mala película tienen algo en común: por largas que parezcan siempre acaban. Y esta campaña ha sido peor que una mala película. Las malas pelis, a veces al menos entretienen. Esta campaña ni eso. El nivel de vacuidad y simplismo ha sido directamente proporcional a lo inútil de unos comicios que cuando vienen en solitario, sin acompañamiento de otras elecciones, nos resultan lejanos, cansinos y que sirven únicamente de combustible para las inagotables maquinarias de los partidos, que necesitan su habitual dosis de tensión y drama para seguir rodando.

Ahora bien: nos quedan los grandes clásicos. El domingo por la noche nadie habrá perdido; todos habrán ganado, saldrán a saludar al balcón y darán las gracias por el apoyo recibido. El lunes analizaremos los resultados y el martes nadie se acordará ni de López Aguilar ni de Mayor Oreja. En el 2014 habrá otras Europeas. Pronto me parece.