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Ortiz-Rocasolano: tras la tormenta, viene la calma

Ortiz-Rocasolano: tras la tormenta, viene la calma

miércoles 14 de febrero de 2007, 13:21h
  Desde el pasado sábado, en que tuvo lugar en Pozuelo de Alarcón, el funeral familiar por Erika Ortiz -al que asistió la Reina Sofía, junto con su hermana Irene y la Infanta Elena-,, todo parece indicar que las aguas vuelven poco a poco, a su cauce. Qué la familia, intenta asumir cómo puede la muerte de la más pequeña de sus hijas, de sus nietas y hermana. Asumir las razones que la llevaron a tomar una medida tan drástica, tan dolorosa para todos ellos, tan incomprensible, en una persona que parecía gozar de una vida normal. No digo que mejor ni peor que la de muchos de sus amigos o de sus conocidos, pero aparentemente normal, puesto que tenía una hija Carla, de seis años, que debería de haber sido el tronco al que aferrarse en momentos tan desesperados, tan faltos de visión de futuro.

   Pero es justo en estos momentos cuando se impone la reflexión. Se esta escribiendo mucho sobre si dejó algunas cartas escritas antes de morir. Si así fuera, si en esos momentos de desesperanza Erika, hubiera encontrado las fuerzas suficientes para explicar a sus seres más queridos, las razones por las que había optado por irse, entonces sí que nos encontraríamos ante un suicidio. Pero de no existir esas cartas, que nadie ha visto, que nadie ha leído, entonces es muy posible que la muerte de Erika fuera fortuita. Simplemente se pasó en la ingestión de barbitúricos. Algo bastante más habitual de lo que pensamos, sobre todo entre aquellos que se encuentran bajo el peso de la depresión. Una circunstancia que no se puede descartar, al menos hasta que se sepa con certeza qué ocurrió en su casa la noche anterior a que fuera encontrada sin vida por Roberto García, su compañero sentimental.

   No quisiera estar en la piel de Jesús y de Paloma, ni en la de sus abuelos -porque nada hay más terrible que sobrevivir a los hijos-, ni tampoco en la de sus hermanas, ni en la de Antonio Vigo, su ex compañero sentimental y padre de su única hija, a la que al día siguiente de la muerte de su madre, un grupo de fotógrafos persiguió de forma despiadada, cuando la niña paseaba con unos familiares y con su padre, por los alrededores de la casa de este.

   Fue una escena patética, cruel, que nadie que pase por sus mismas circunstancias, debería tener que vivir, por mucho que se apele a la libertad de expresión. No sé a qué agencias, ni a qué medios de comunicación, pertenecían quiénes se acercaron a la casa de Antonio Vigo. Ni quién pudo mandar a ese lugar a un ejército de fotógrafos para que tomaran esas instantáneas de una pequeña de seis años que acaba de perder a su madre, y que por la cara que puso, no entendía el alboroto que se estaba formando a su alrededor, desde el momento en que puso los pies en la calle. Y a la que su padre intentaba proteger hablando con ella con total normalidad, diciéndole lo mucho que la quería, todo eso mientras los fotógrafos seguían todos sus pasos, cámara en ristre, con una avidez que me produjo un rechazo total. No porque sea la hija de Erika Ortiz, sobrina de la princesa de Asturias, sino porque quiénes hacían ese trabajo sabían de sobra que nunca podrían publicar esas fotos, porque se lo impide la Ley del Menor.

   Pregunto, y si no se van a publicar, ¿por qué hacerle pasar por un trago tan amargo, a una niña, a la que no sabemos siquiera si ya le habían explicado, y cómo, la que será la mayor tragedia de su vida?

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