¡Adelante, presidente!

Es un gran país. Sin duda. Es una sociedad viva, y, ayer, una marea democrática conmovió al mundo. Y además los estadounidenses nos regalaron la victoria de Barack Obama. Hoy no es un día de grandes reflexiones. Es un día de grandes emociones. Para las gentes de mi generación, la primera sacudida que recibimos de aquél mundo fue el asesinato de John F. Kennedy. Éramos jóvenes adolescentes que jugábamos al baloncesto y seguíamos apasionadamente y adorábamos a sus grandes jugadores. La noticia llegó mientras entrenábamos en Vigo. Recuerdo que se hizo un silencio espeluznante. Intuimos, con los jugadores mayores, que algo muy grave había ocurrido en aquél país. Nos duchamos en silencio, nos vestimos en silencio y nos fuimos a nuestras casas tristes y en silencio. Jamás lo olvidaré.

Después la guerra de Vietnam nos marcó con ellos. Madrid, Paris, Berlín, Roma…toda una generación nos hicimos mayores atacando con furia incontenible a las Administraciones de Washington que enviaban a sus jóvenes a morir en una guerra tan injusta y falsa como la de Irak. La indignación se incrementaba con el apoyo de su “establecimiento” militar y político a las dictaduras militares de Brasil, de Paraguay, de Argentina, toda América central, y, finalmente, el golpe preparado por Kissinger y la CIA contra el Presidente Salvador Allende en 1973.

Y, sin embargo, hay que confiar en la capacidad de movilización de lo mejor de aquella sociedad, cuando percibe que sus dirigentes han traicionado el depósito moral que han acumulado durante muchas décadas. Bush representa lo contrario y lo peor de una élite política corrompida moral y económicamente. Si comparamos a este personaje con las playas de Normandía y el compromiso americano para liberar a Europa de la peste de Hitler nos faltan las palabras y sobran las imágenes.