La gran movida sindical

Hay, en esta España cainita, quienes disparan por principio contra los sindicatos. Como si no fuesen una institución necesaria para el perfecto equilibrio de una sociedad ya amenazada por los vientos de todas las tensiones. Desde luego, no me encontrarán ustedes entre los detractores por principio de la actividad de los sindicatos españoles, y menos aún entre quienes los critican por no mostrarse más combativos frente a las medidas que pone en marcha el Gobierno para tratar de atajar la crisis económica. ¿Serviría de algo que, como en Grecia, las organizaciones laborales tratasen de paralizar sectores claves del país? Creo que no; más bien, todo lo contrario. 

Viene esto a cuento porque acabo de salir de uno de esos encuentros populosos en los que periodistas, políticos y empresarios se reúnen en torno a un conferenciante, en este caso el secretario general de CC.OO, Ignacio Fernández Toxo. Quien, por cierto, ha reiterado su petición de un gran pacto de Estado –“se necesitan ahora medidas excepcionales”--, aunque haya mostrado su escepticismo acerca de que se pueda conseguir. Tengo la impresión de que tanto Comisiones como UGT hacen muy buenos diagnósticos, recelan de la eficacia de las ‘soluciones’ que trata de cimentar el Ejecutivo que preside Zapatero y tratan de averiguar qué hacer ante el marasmo en el que nuestros representantes políticos nos meten. O sea, que los sindicatos están como usted o como yo, más o menos.

Lo que tampoco acabo de ver es que las fuerzas del trabajo presenten soluciones de altos vuelos, más allá de la petición de ese pacto nacional que englobe la reforma fiscal, la educativa, la energética y la del sistema financiero. Cosa que seguramente también pedimos a las altas instancias políticas usted, yo y el vecino; lo malo es que esas altas instancias no parecen escucharnos ni a usted y a mí, ni a Toxo.

Y es en ese marco en el que me parece que los sindicatos andan dándole vueltas al contenido de la próxima manifestación del 1 de mayo, sin duda la más importante y significativa desde aquella que, en 1976, marcó el inicio de la democracia. Sabemos que la huelga general ha sido descartada –menos mal—de la agenda de UGT y CC.OO; que las huelgas parciales a gran escala tampoco son probables –repito: laus Deo--...pero que hay problemas estructurales que necesitan ponerse de relieve.

Porque, como ha dicho el propio Toxo, lo que no puede ser es que el esquema de relaciones laborales dentro de las empresas, que las pautas de actuación de los mismísimos representantes sindicales, que los planteamientos de la patronal, sigan siendo, básicamente, los mismos de aquel 1 de mayo de 1976 al que me refería. Es decir, casi los mismos que cuando el franquismo. Eso hay que arreglarlo, sí. Pero ¿cómo? Pues eso ni Toxo, ni Méndez, ni usted, ni yo parece que podamos responderlo de una manera definitiva. Eso es lo malo.


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