The book goes to the man, not waiting for the man to come to the book, ‘el libro va al hombre sin esperar que el hombre venga al libro’, es una expresión de la gran Mary Lemist Titcomb (1875-1932), la bibliotecaria de Maryland que puso en marcha la primera biblioteca ambulante. Con un coche de caballos (book wagon), estableció un servicio de préstamo a personas diseminadas en granjas. Desde entonces su idea fue copiosamente replicada en otros estados y lugares del mundo; adaptada a los medios de transporte disponibles y metamorfoseada en bibliobarco, bibliolancha, bibliobús, biblioneta, bibliomoto, biblioburro, bibliocamello…
María Moliner organizó la primera biblioteca móvil de España. Fue durante la guerra civil, en zona republicana, para atender tanto a soldados hospitalizados como en el frente. Cuarenta años después, el tardofranquismo reanudaría la andadura del bibliobús. Si usted supera la cincuentena, tal vez este figure entre sus recuerdos de infancia.
El lema de 2021 es ‘Más comprometidos que nunca’. ¿Más?, pregunto estupefacta y ojiplática. Si algo caracteriza al personal del bibliobús es la motivación y la vinculación responsable, efectiva y afectiva con la tarea. Son profesionales enamorados de su oficio, con ilusión sin límites y recursos bien gestionados, pero escasos. Se saben y sienten útiles en su condición de mensajeros (significado original de ‘ángel’, del griego αγγελοι), de portadores de logos, de cultura y contenido a lugares recónditos de España, donde se les espera y se les quiere por su amabilidad y dedicación.
La relación que los lectores establecen con el personal de las bibliotecas móviles es más cercana que con el de las bibliotecas permanentes. Son lazos que -sin llegar a la amistad- rebasan la cordialidad propia de “conocidos” y, por supuesto, la mera relación usuario-provisor. Muchos usuarios del bibliobús son personas mayores que atenúan su soledad con libros y revistas. También niños y niñas, para quienes la llegada del bibliobús a la plaza del pueblo o al cole, supone siempre una alegría. Las bibliotecas móviles cooperan con las actividades curriculares de los centros escolares y también les ofrecen actividades extras (cuentacuentos, teatro infantil y juvenil). Paralelamente, atienden las necesidades de lectura de asociaciones culturales y vecinales, centros de menores y residencias de ancianos. Más allá del servicio de préstamo, organizan concursos, talleres, encuentros con autores y clubs de lectura que reúnen a los vecinos en torno a los libros. Mantienen contacto ininterrumpido con los usuarios mediante redes sociales (Facebook, principalmente) por la comunicación bidireccional que posibilitan. En ellas, estos y su entorno asumen un rol protagónico con la difusión de informaciones de la zona. Aunque el bibliobús constituye un vector activo de dinamización sociocultural, su utilidad para frenar la despoblación continúa infradimensionada. Por eso, ante el lema Más comprometidos que nunca, planteo que la pelota no se halla en el tejado del bibliobús, sino en la de los poderes públicos que deberían mimarlo ¿Entiende ahora mi estupefacción y mis ojos de lechuza?
Nuestros bibliobuseros -dicho sea con cariño- conocen sobradamente el Bien con mayúscula, que la lectura brinda al género humano, que -por su condición de humano- “no solo vive de pan”. La cultura alimenta la mente y el espíritu de las personas y ellos son los encargados de distribuir tan legítimo maná en los lugares más “desiertos” de nuestra geografía, allá donde la densidad poblacional es de todo menos densa. Y si me apura, todavía lo sería menos, sin la prestación de este servicio (de calidad) que, en ocasiones, es el único que reciben algunos de nuestros
En un bibliobús se cumplen, como es natural, todas las recomendaciones de las autoridades sanitarias: los libros se entregan desinfectados y los ejemplares devueltos por los usuarios son aislados durante setenta y dos horas. Lamentablemente, la cercanía humana, tan distintiva del bibioblús, es lo que más ha menoscabado el coronavirus, y de momento, los lectores no pueden subir a esa, su segunda casa, que es la biblioteca con ruedas.
Gracias por tanto, bibliobús.