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El sofá blanco

El sofá blanco

lunes 13 de octubre de 2008, 18:06h
En La Moncloa hay un sofá blanco, supongo que pagado con la partida “gastos de palacio” que desde ahora se incluirá en el Presupuesto que, al parecer, tiene virtudes superiores a los escaños granate de las Cortes y hasta al banco azul del Gobierno. Allí se inspira el Presidente Zapatero para “tomar medidas”, como él dice, que debieran ser aceptadas “sin condiciones” por la oposición.

    Con más discusión y menor tardanza, el Presidente Bush propuso su plan de rescate financiero en Estados Unidos. Bush, a escasas semanas de concluir su mandato y, por ello, sin intereses electorales propios, consideró conveniente consultar a sus posibles sucesores y, una vez de acuerdo el trío, hubo de someter el tal plan Paulson al Congreso, donde fue derrotado de entrada por unos parlamentarios que tenían la mirada puesta en la opinión de sus electores, votando en contra gran parte de los congresistas del mismo partido que el Presidente. Bush tuvo que dirigirse varias veces a su pueblo, introducir importantes rectificaciones al plan y emplearse a fondo para convencer a los parlamentarios y volver a presentar el texto corregido en las cámaras para conseguir que el Congreso lo aprobase con 263 votos a favor y 171 en contra., en parte de su propio partido.

Aquí no parece que fuese necesaria ni la presencia del vicepresidente económico o del gobernador del Banco de España para sentarse en el sofá blanco con algunos banqueros y tomar medidas bajo la responsabilidad de un presidente iluminado. Luego vinieron los decretos, prefabricados antes de recibir al jefe de la oposición ni debatir con el Congreso ni con el Senado ni con su propio gobierno y aplicar unas recetas que según el vicepresidente económico tampoco son las de Francia ni Gran Bretaña. 

    Así no se puede exigir un apoyo sin condiciones a nadie. Quizá piense Zapatero que Rajoy también debería tener un sofá blanco en la calle Génova para decidir la posición de sus mas de 10 millones de representados como si se tratase de un asunto entre dos personas. No cabe ni menos debate ni más discrecionalidad. En nuestra democracia hay que consentirle a Zapatero lo que los americanos no consintieron a Bush. Este apoyo que finge pedir Zapatero desde su sofá blanco no es cooperación sino sumisión. Un mal camino para generar confianza.
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