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País de caciques

País de caciques

martes 21 de octubre de 2008, 02:00h

Carretera a Oruro, la marcha de partidarios de Evo Morales que viene a rondar al Congreso se acerca. El tráfico es normal. Veo a lo lejos una patrulla policial. Sus luces de colores encendidas y su paso lento avisan que son custodios de esa marcha. Es un escuadrón pequeño. Hombres y mujeres, indígenas, campesinos que caminan en silencio y a paso firme. La boca llena de coca, las abarcas gastadas, los pies ajados. No son ni 50 personas que miro pasar desde la vagoneta en la que viajo. Será la “marcha por la vida” en la memoria, que en medio del altiplano, donde el viento sopla con la misma persistencia con la que ellos caminan en busca de la reivindicación de sus derechos, que esta escena me conmueve. Y mi ambivalencia se devela.

Varios kilómetros más adelante, a lo lejos en el camino se divisa un sombra que cubre toda la carretera. Cientas de banderas flameando. Esa sí es la marcha. El camino se dificulta y paramos a un lado en fila india, una decena de movilidades. Ellos tienen prioridad, hablan fuerte, son cientos y portan cada uno una bandera amarrada a un palo. Lamento no tener cámara. Este es un evento histórico. Saco el celular y grabo desde la ventana abierta. Mientras pasan por mi lado, gritan de todo: “¡bocina, bocina!”, “¡salude!”, “¡tocá la bocina aunque sea!”, y otra vez “¡salude!”, “¡si no hay bocina, con boca, igual!” y se oye una carcajada general. El camión de adelante obedece y comienza el pip, pip, pip. Algunos se acercan: “dame plata”, “siquiera refresco dame”. Son cientos y al ver que grabo con el celular me golpean en la mano con sus palos. Siguen pasando. “¡Jallalla Bolivia unida!”, “¡jallalla!” De pronto una mano, luego otra entre cientas, con un jalón intentan robar el celular y entre vivas, agravios, mofas y pututus, siguen pasando. “¡Viva la Constitución Política del Estado!”. Y mi ambivalencia se devela otra vez.

Siento en ellos lo mismo que reclaman de aquellos que gozaron del poder desmedido. Prepotencia. Pisan fuerte. Hablan fuerte. Son un cuerpo hecho de miles. Es por tanto una masa que diluye la individualidad. Si me agreden ¿qué hago ante este empoderamiento que tiene como padre al mismísimo Presidente de la República?

Tengo los sentimientos encontrados. Diez kilómetros atrás esto me conmovía sin más razón que la memoria de lucha de este país moreno maltratado por esa clase gobernante que se creyó eternamente propietaria. Diez kilómetros después, algo agredida aunque no sorprendida, mis cuestionamientos acerca de esta marcha vuelven. No es la primera vez que siento esta presencia hosca que me pide cuentas porque no calzo abarcas. Aunque me sienta y sea sobre todo boliviana porque he vivido este país a ras del suelo en varios de sus rincones, sin prejuicio alguno. Aunque sienta la injusticia y desde donde pueda la denuncie y combata con toda el alma. Ellos no tienen por qué saber lo que hago y menos lo que siento. Simplemente suponen que yo, como el resto de quienes no marchan, son contrarios a sus intereses que son, por tanto, los intereses del país, “por las buenas o por las malas”.

Otros tantos kilómetros después, detrás de la marcha están las flotas y camiones con víveres de apoyo que los siguen. Mi compañero de viaje, con algo de ironía dice “marchan en flotas…” y en su cabeza completa la oración “así, cualquiera…”. Y es que este es un evento político del MAS, no un acto genuino de los movimientos sociales que apoyan al presidente Morales. Porque Evo y el MAS se apropiaron de ellos y éstos se apropian ahora no del país en términos de ciudadanía plena, sino que su apropiación es más bien un avasallamiento de todos los espacios públicos y aún privados, bajo el manto de esa esfera de poder creada por Evo y compañía al amparo de sus discursos de reivindicación revanchista. Ellos son los nuevos patrones en este país de caciques.

* Comunicadora

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