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Los dos partidos populares

Los dos partidos populares

martes 16 de diciembre de 2008, 13:55h
Cada vez parece más claro que el Partido Popular se cuartea en torno a temas fundamentales. Hay divergencias de estrategia, de táctica, de sensibilidades y de apreciaciones, lo que, cuando se evidencia, resulta siempre problemático en una formación política. Y hay también divergencias personales; es patente que Esperanza Aguirre se postula --¿o es postulada por otros?—como una posible alternativa a Mariano Rajoy, desde posiciones de mayor intransigencia respecto de las actuaciones del gobierno socialista.

Las discrepancias, profundas, se han evidenciado últimamente en torno a un tema tan sensible como la lucha antiterrorista: Aguirre, y con ella algunos responsables ‘populares’ más, han aventurado que existen conatos de negociación entre los socialistas y ETA. El entorno de Rajoy reconoce no tener constancia de ello (tampoco quienes lo denuncian presentan pruebas) y se despega visiblemente de las invectivas más duras de sus correligionarios, que incluso sostienen que el gobierno (contra lo que el gobierno declara) tiene escasa voluntad de echar de sus puestos municipales a los alcaldes y concejales de la filoetarra ANV.

No es, desde luego, el único caso de diferencias notables entre lo que podríamos llamar el mayoritario sector ‘marianista’ y, para entendernos, el ‘aguirrista’, circunscrito básicamente al territorio autonómico controlado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, con la exclusión de la capital, donde Alberto Ruiz Gallardón mantiene las ‘cordiales hostilidades’ con quien es llamada ‘la lideresa’.

Hay conatos de fricción interna en el País Vasco, en la Comunidad Valenciana y en Cataluña, al margen de la situación de “semicisma virtual” que se vive en Madrid. Pero lo cierto es que, excepto en el ‘caso Aguirre’, la totalidad de los ‘barones’ regionales apoya la continuidad de Rajoy hasta las elecciones generales, en las que se presentaría, lógicamente, como cabeza de candidatura.

Personalmente, sigo pensando que, independientemente de cuáles sean los resultados de los comicios autonómicos (Galicia y País Vasco) y de los europeos de 2009, Rajoy se mantendrá en el puesto. Otra cosa sería que perdiese las elecciones generales, que normalmente se celebrarán en 2012, en cuyo caso no me cabe duda de que sería sustituído casi automáticamente por alguna figura emergente (¿Ruiz Gallardón?), incluso a petición propia. Pero puede que hoy no seamos demasiados quienes pensamos así, pero, sinceramente, estoy convencido de que Rajoy, ante el desgaste lógico de los socialistas, tendría bastantes oportunidades esta vez de llegar a La Moncloa. La última oportunidad.

Largo me lo fiáis, en todo caso. Pienso que, en el aquí y ahora, la mejor actitud de la oposición al servicio de los intereses de los españoles es la adoptada por Rajoy: templada, moderada, en momentos en los que muchos ciudadanos se sienten angustiados y en los que las encuestas muestran un deseo generalizado de concordia y consenso, en lugar de las crispaciones y tensiones de la anterior legislatura.

Hay quien dice que precisamente esa posición “colaboracionista” es la que más conviene al PSOE para seguir en el poder. No lo creo: ya tuvimos inflexibilidad, ya tuvimos mucho del ‘no a todo’, de tensiones y del ‘dime de qué se trata, que me opongo’, ya padecimos no poco de seguidismo a los medios más radicales, y recordemos que estas posiciones no fueron precisamente bendecidas por el electorado. No sé si, efectivamente, podemos llegar tan lejos como para afirmar que hay dos PP: sí sé que, si así fuese, hay uno predestinado al fracaso. Ya sabe usted cuál.
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