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Quizá tengamos que reescribir la Historia...

miércoles 01 de abril de 2009, 21:09h
Las conmemoraciones –serán largas en el tiempo—del bicentenario de las declaraciones de independencia de los países latinoamericanos son un reto y una oportunidad para España. Ver estas celebraciones como un peligro para la buena sintonía entre las dos orillas del Atlántico sería un error por ambas partes. Los planteamientos indigenistas que surgen ocasionalmente en algunas naciones americanas pueden tener su justificación en circunstancias del presente, entiendo, pero ya no en el pasado: la reivindicación histórica acaso comporte el valor de la nostalgia, pero resulta, temo, poco práctica. Y ahora se trata de unir, coordinar, mejorar las relaciones, no de separar a unas naciones que tienen tanto en común desde el punto de vista de la lengua, las costumbres y la Historia. Y a las que, se quiera o no, les queda tanto futuro por recorrer juntas.

Sí, la Historia también. Y, si tenemos que poner a punto el reloj de la Historia –la cuentan siempre los vencedores, ya se sabe; pero hay que esforzarse para que no sea siempre así--, quizá tengamos que reescribir algunos capítulos, de este y del otro lado del océano. Debo reconocer que lo que a mí, niño del franquismo, me enseñaron sobre la conquista de América era una versión edulcorada, una media verdad, es decir, una mentira. Cierto: los conquistadores españoles cometieron no pocos excesos, y algunos que veneramos como héroes se comportaron como asesinos. Eso los españoles tenemos que reescribirlo, nos guste o no nos guste, para estar del todo en paz con nuestros hermanos –hermanos, sí—latinoamericanos.

Pero cierto es también que España, con cuantos errores se quieran admitir –y yo admito bastantes--, emprendió una labor civilizadora y modernizadora en América como no hicieron jamás otros países occidentales en las tierras conquistadas. España, en esa revisión histórica, tiene algunos motivos para avergonzarse de algunas conductas de sus antepasados, y no creo que sirve como excusa, aunque acaso sí de atenuante, hablar de una era en la que los valores humanos no eran lo que son hoy. Pero también, dentro de esa revisión general, me parece que hay algún fundamento para enorgullecerse por la labor realizada.

Y ese valor también debe pesar en la balanza, de manera que ahora ese hito histórico que significó el proceso de independencia, tantas veces cruento, de unos países que querían y merecían ser libres, se celebre como lo que fue: un paso positivo, que ha redundado, a la postre, en bien de todos.

Tengo la sensación de que desde ambas orillas se preparan actos de encuentro académico, económico, informativo o político en busca de estrechar lazos y llegar a planteamientos lo más comunes posibles ante la efeméride. Ya digo: sería una grave equivocación, a estas alturas de la película, enfocar las cosas desde la hostilidad y no desde la fraternidad, aunque los hermanos muchas veces tengan que hacer autocrítica por su comportamiento con el otro.

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