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La luz que no se ve

lunes 11 de mayo de 2009, 12:56h
El alumbrado público es uno de esos servicios que no se perciben hasta que dejan de funcionar. Por ello, el objetivo último del mantenimiento de las 250.000 luminarias que hay en Madrid, sin contar las de los túneles de la M-30, consiste en procurar que los ciudadanos no reparen en estas instalaciones.
"El arte de la gestión del alumbrado consiste en conseguir los niveles de iluminación que marca la normativa con la menor polución posible", explica el director general de Vías y Espacios Públicos, Pablo Usán. Para cumplir esta máxima hay que trabajar sobre dos elementos: la contaminación lumínica y el tipo de lámpara.

Desde 2003 el Ayuntamiento instala reflectores en los puntos de luz para que ésta se diriga al suelo. Europa exige que menos de un 25 por ciento de las emisiones se dirijan al cielo y el Ayuntamiento endureció la medida hasta reducirlo al 5 por ciento. En este momento, quedan tan sólo en las calles de Madrid unas 25.000 luminarias contaminantes. El 90 por ciento restante que sí se ha cambiado hasta ahora permite reducir 900 toneladas de CO2 al año, ya que aumenta la eficiencia, como argumenta Usán.

Lámparas más eficientes
La otra manera de tener un alumbrado urbano sostenible es utilizando un tipo de bombilla eficaz. En Madrid, el 99 por ciento son de vapor de sodio de alta presión, que arrojan una luz más amarillenta que los halógenos, si bien dan mayor cantidad del luz con menos consumo. Pero la verdadera revolución llegará cuando las lámparas LED empiecen a dar buenos resultados en el alumbrado público, indica Usán, que explica que uno de los objetivos del Ayuntamiento es la eficiencia energética. "Todavía tenemos margen para seguir mejorando. Vamos a llegar hasta lo óptimo", afirma.

Las lámparas de vapor de sodio tienen una vida útil de 16.000 horas a partir de la cual dejan de ser eficientes, por lo que su sustitución siempre está prevista, apunta Carlos de la Fuente, delegado de servicios de mantenimiento de IMES API, una de las cuatro empresas que cuidan para el Ayuntamiento de Madrid el alumbrado público. IMES API emplea a 102 trabajadores sólo para tener siempre a punto la zona noroeste de la capital.

Evitar incidencias
El trabajo de mantenimiento del alumbrado es esencial para prestar un servicio del que el ciudadano solo se percata cuando falla, como cuando la luz se va en la calle. Los servicios de mantenimiento procuran que todo esté en perfectas condiciones para evitar incidencias, pero por si se produce alguna, hay un servicio de guardia durante las 24 horas para repararla lo antes posible.

Las labores de mantenimiento más comunes son la limpieza de luminarias, que es importante para un uso eficiente de las lámparas,la instalación de reflectores y la sustitución de bombillas una vez acabada su vida útil. IMES API sustituye alrededor de 15.000 lámparas cada año de las 60.146 que mantiene. Además, se realizan inspecciones periódicas en las luminarias y centros de mandos para detectar problemas.

Peticiones ciudadanas

Aparte del mantenimiento, el Ayuntamiento también recibe peticiones de los ciudadanos para aumentar la luminosidad en una calle o cambiar de lugar u orientación los puntos de luz. "Ante cualquier problema de inseguridad, lo primero que se demanda es más luz", reconoce Usán, que apunta que la percepción de este fenómeno es muy subjetiva.

En Madrid, por ejemplo, hay más luz que en otras capitales europeas -en algunas no se puede leer un plano por la noche, como indica el responsable del alumbrado madrileño- por el simple hecho de que "en España nos gustan los niveles de iluminación altos". Aun así y gracias en parte a las medidas de ahorro, la capital cumple con holgura la normativa sobre potencia instalada por cada habitante.
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