Para nuestro país, extrañamente no parece ser una verdad tan evidente, la de que proporcionar una buena educación a nuestros niños es una condición básica para el desarrollo armónico en todos los ámbitos, que genera grandes potencialidades, crecimiento económico, equidad y mejoramiento general de la calidad de vida.
Y es que gobierno tras gobierno no se ha podido articular una verdadera política educativa a largo plazo que produzca una descentralización de los recursos hacia cada una de las escuelas para que estas puedan contar con financiamiento adecuado y que conjuntamente con un sistema de evaluación interno y externo vayan creando las condiciones para un continuo mejoramiento de las instituciones educativas.
El los últimos días el Ministerio de Educación ha presentado la iniciativa de establecer un sistema evaluatorio para el profesorado, lo cual definitivamente representa un esfuerzo digno de reconocer y que lastimosamente intenta ser desarticulado por el conocido sindicato de educadores, organización que permanentemente ha sido un lastre para el desarrollo de los jóvenes ecuatorianos y por ende un freno para el crecimiento de nuestro país.
Debemos esperar que se imponga la sensatez y que se pueda llevar a cabo un programa constante de evaluación de los maestros que represente un sistema justo de preparación, incentivos o si es el caso remoción de profesores que mejore permanentemente cada institución educativa del Estado.
Este sistema evaluatorio no debe ser el único esfuerzo y deberá estar acompañado de una serie de elementos presupuestarios y decisorios que permitan una verdadera autonomía a cada escuela involucrada en un modelo de mejoramiento constante y de competencia entre unidades educativas.
Cada escuela debe transformarse en un centro de atención a la comunidad que resalte la importancia de la educación ante los padres de familia y reduzca los niveles de deserción laboral y trabajo infantil.
Centro de Estudios y Análisis
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