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Fernando Jáuregui

Criticar a Evo Morales (y a ZP) por criticarle

Criticar a Evo Morales (y a ZP) por criticarle

martes 15 de septiembre de 2009, 23:43h

Criticar a Evo Morales (y a ZP) por criticarle

 

Fernando Jáuregui

 

Son bastantes los sectores políticos y mediáticos españoles a los que no les ha gustado que primero el venezolano Hugo Chávez y después el boliviano Evo Morales hayan visitado, con apenas unas horas de diferencia, Madrid. Los más extremistas de los críticos dijeron que el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero “solo tiene amigos” entre los “caudillos bolivarianos”, en Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Lo curioso es que algunas de estas críticas no se hayan limitado a tertulias radiofónicas y columnas periodísticas, sino que hayan partido de miembros representativos del principal partido de la oposición, el Partido Popular.

 

A Morales se le ha atacado por haber protagonizado un mítin con unos tres mil bolivianos el pasado domingo, día de su llegada a Madrid, todavía en la fase de visita privada.  Se le ha criticado por haber pedido la legalización de miles de ‘sin papeles’ bolivianos que aún permanecen de manera irregular en España. Se le ha censurado por haber solicitado la condonación de la deuda con España –setenta millones de euros—cuando no da suficientes garantías de seguridad jurídica a los empresarios españoles establecidos en el país latinoamericano.

 

Hay, y lo digo a título anecdótico, a quienes hasta les parece mal que el presidente boliviano acuda a las cenas oficiales de gala ataviado con su clásico atuendo; por cierto que, a la que le ofrecieron los reyes el lunes en el Palacio de Oriente, no asistieron, curiosamente --¿por no haber sido invitados, según parece?—representantes de los partidos políticos españoles, aunque sí los máximos representantes de las empresas españolas instaladas en Bolivia.

 

Soy consciente de que hay muchas cosas en la trayectoria política de Morales que pueden parecernos censurables, en especial el trato algo arbitrario a los intereses extranjeros en aquel país, sin hablar de los riesgos de división que Bolivia experimenta merced a la política de indigenismo radical que practican algunos departamentos. Pero entiendo que España debe mantener su política de amistad total y sin resquicios con todos los estados iberoamericanos, sin excepción y sin entrar a dar lecciones de democracia a nadie, como quisieran los críticos de estas visitas. Y debe hacerlo como interlocutor privilegiado entre Iberoamérica y Europa,  entre los Estados Unidos de Obama y los vecinos del sur de Estados Unidos, allá donde la diplomacia norteamericana no llegue. Y como principal animadora de las ‘cumbres’ iberoamericanas, como la que se celebrará en noviembre en Estoril (Portugal).

 

Mostrándome, como no podía ser de otra manera, fuertemente crítico hacia la política económica de Zapatero, y hacia ciertos comportamientos poco democráticos en la política interior –algún día se historiará sobre ese Consejo de Ministros del 13 de agosto, celebrado en medio de las vacaciones estivales, para aprobar un ‘regalo’ a los amigos…--, pienso que no ocurre lo mismo con la política exterior.

 

Zapatero ha corregido pasados errores de bulto, ha visto desaparecer a su enemigo George Bush, sobrevive al naufragio de Tony Blair y pasa sin mancharse por las trampas que le tiende Berlusconi. Alberga la ambición de celebrar en España una conferencia de paz en Oriente Medio, prepara con mimo –y confiemos en que también con acierto—la próxima presidencia española de la Unión Europea y ya desempolva las mejores alfombras rojas para que por ellas transite su admirado ‘amigo’ Barack Obama. Mientras, se entrevista con todos los líderes europeos, regala un jamón de pata negra al presidente ruso –a quien hay que mantener contento—y aseguran que detalla algún desplazamiento más o menos ‘sorpresa’ a China. Mantiene unas relaciones al menos poco turbulentas con Marruecos y Argelia, se ha garantizado la amistad –y el petróleo—del dictador guineano Obiang y tiene en el ministro Moratinos a un colaborador que no se lleva mal con nadie. ¿Hay quien dé más?

 

No, definitivamente, pienso que tienen poco sentido de Estado esas críticas a la diplomacia zapateriana –cierto: su formación internacional es escasa, lo mismo que su conocimiento de idiomas, pero esas carencias las comparte con la mayoría de la clase política española-- , cuando la exterior es, precisamente, la gran, casi la única, baza que hoy por hoy maneja el inquilino de La Moncloa.

 

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