Aprovechando que el Tajo pasa por Madrid

Hay ministros y ministras despistados, ilustrados y sin lustre. A este último grupo pertenece la titular de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino y “de todos los santos”, Elena Espinosa, que es algo así como la leche pasteurizada: no tiene microbios, pero tampoco vitaminas. La ministra firmó hace unos días un protocolo con el Ayuntamiento de Madrid en materia de saneamiento de agua, y en su discurso deslizó, solemnemente, la siguiente frase: “El río que atraviesa el Ayuntamiento de Madrid, el río Tajo, llega a Portugal…”. Y se quedó tan Espinosa.

Todos tenemos conocimiento de las chapuzas que concierta frecuencia hacen los ayuntamientos, pero no hay precedente de que ninguno haya construido su sede consistorial sobre el cauce de un río; por lo tanto, no hay cauce fluvial en España que atreviese por el despacho del alcalde de turno, ni siquiera por el del concejal de Medio Ambiente.

Bien es cierto que por  lo que hoy es sede oficial del Ayuntamiento de Madrid, el Palacio de Cibeles, pasó en su día un río subterráneo, uno de esos viajes de agua que discurrían por los intestinos de la ciudad para surtir fuentes y pozos. El que pasaba por debajo de lo que hoy es el despacho del alcalde Gallardón, se conocía como viaje de agua de la  Fuente Castellana, pues nacía en esa fuente situada bajo la glorieta donde hoy se encuentra el monumento a Emilio Castelar.

En caso de que ahora un río de Madrid atravesara el Ayuntamiento de la Villa, como asegura la ministra de la cosa de Medio Ambiente y agregados, sería el Manzanares y no el Tajo. Ya le gustaría a nuestro aprendiz de río, tan vilipendiado por los clásicos del Siglo de Oro, desembocar en Portugal, pero tal alto honor le corresponde a su hermano mayor, el Tajo. Así, dicho lo dicho, señora ministra, por el Ayuntamiento de Madrid no atraviesa un río, sí por el municipio, ni éste es el Tajo, sino el Manzanares.

Aprovechando que el Tajo pasa por Madrid, la ministra Espinosa navegó a la deriva por el caudal de la geografía básica.