El pésimo ejemplo de las Cajas

Entre políticos alicortos y gestores egoístas se van a quedar sin el fondo europeo para fusionar las cajas, que vence el día 31. Y es que, como cretinos, hacen suyo el dicho de que me quede yo tuerto con tal de que el otro pierda la vista.

Lo peor es que las fusiones no son un capricho sino una urgente necesidad de entidades que, entre inmuebles sobrevalorados, créditos refinanciados y embargos indeseados, tienen el doble de morosidad real de la que figura en sus balances.

¿Por qué, pues, se retrasan unas fusiones que beneficiarían al sector financiero y ofrecerían más margen de crédito a empresas y a particulares? Pues por el egoísmo de directivos que buscan perpetuarse, de sindicatos que se niegan a ajustar plantillas y, sobre todo, de unos políticos que anteponen ante cualquier cosa su afán de control.

Resulta que cuando ya no hay banco central en España, que cedió esa competencia a Bruselas, todos los presidentes autonómicos ansían tener su propio banco regional donde mangonear. Ha sido claro al respecto Núñez Feijóo al vetar la fusión de las cajas gallegas con alguna foránea. Y han hecho lo propio los vicepresidentes de Castilla y León, Tomás Villanueva, y de la Comunidad Valenciana, Gerardo Camps.

Habría que hacer, exactamente, lo contrario de lo que ellos dicen, ya que los males actuales de las cajas provienen de su endogamia y de su politización: créditos condonados de La Caixa al PSC, Bancaixa pillada con el Valencia C.F., morosidad del consejero Díaz Ferrán en Caja Madrid,… Con una sola caja en cada una de las 17 comunidades autónomas, el uso del ahorro ciudadano acabaría siendo no sólo ineficiente, sino perverso.