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Debate de tercos

Debate de tercos

lunes 22 de febrero de 2010, 18:14h
Ya con perspectiva, el debate Zapatero-Rajoy de la semana pasada y sus secuelas no dejan ningún saldo positivo. Fue algo peor que un diálogo de sordos, un debate entre tercos. La idea de un pacto de Estado que flotaba en el ambiente extraparlamentario no consiguió infiltrarse en el cerebro de los protagonistas. Ante todo, lo que Zapatero no entiende es lo que es un pacto. Para él los acuerdos son de conformismo con su gestión y con su equipo y, quizá, de alguna corrección o apuntalamiento de lo que vayan a hacer en el futuro. Para Rajoy los acuerdos necesitarían que Zapatero entone el ‘mea culpa’ y cambie sus ideas por las de su rival, como si tal cosa pudiera hacerse sin ir acompañada de su “harakiri”.

Como ni uno ni otro están dispuestos a limitar sus tediosos papeles de Presidente del Gobierno o de eterno aspirante, donde los colocaron unas elecciones que, aunque con sólo dos años, ya huelen a viejo, el único camino compatible con la prórroga de los papeles de uno y otro sería que ambos a la par se pusiesen de acuerdo en respaldar a un gestor económico competente y fiable para los dos que se hiciese cargo, con poderes especiales y respaldo total, del proceso de salida de la crisis de la mejor manera posible. Un Vicepresidente Económico único y sin responsabilidades en la conducción anterior de la crisis, capaz de llevar a cabo con autoridad un plan concordado y solvente, sin prejuicios ideológicos, ya que no se trata de discutir filosofías sino de salir técnicamente de una peligrosa recesión con los menores duelos y quebrantos.

    Zapatero no ofreció ni ofrece nada parecido, sino que unos parlamentarios variados y contradictorios comparezcan a contrastar sus propuestas con tres ministros selectos del actual gabinete. Rajoy tampoco pidió claramente nada parecido sino la insinuación de que Zapatero dimita o lo dimitan sus propios correligionarios o se autoproclame incapaz de terminar la legislatura convocando elecciones anticipadas. Con estas propuestas el ochenta por cien de los españoles que, según las encuestas, parecen desear un esfuerzo conjunto de salida de la crisis no pueden sentir otra cosa que desolación. Sólo cabe esperar que, mientras se pierde el tiempo, se repitan hasta el infinito estos debates de tercos.
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