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Xenofobia

Xenofobia

viernes 23 de julio de 2010, 13:58h

Contemplo extasiado la fotografía de Sakineh Mohammadi Ashtiani, una mujer joven, de ojos grandes, hermosos, que te miran sin ira, pero acusándote de algo, quizá de silencio cómplice. Se halla pendiente de ser condenada a muerte. Cuando los estados, especialmente los teocráticos, se arrogan la bestialidad de condenar a muerte a un súbdito, en nombre de unas leyes que ellos mismos han inventado, sea gaseando, fusilando, electrocutando, crucificando, a garrote vil, a hoguera inquisitorial, o a pedradas, como en esta caso, algo en nuestro interior, nos hace gritar: ¡Bárbaros!

Sakineh no es la única. Hay lista de espera: 18 mujeres, entre ellas Azar, a quien primero deben quemar los ojos con ácido, y seis hombres, supongo que acusados de homosexualidad, porque en el fondo lo que más preocupa a estos fanáticos religiosos es el sexo. Entienden que la mujer es un simple objeto que forma parte de los bienes muebles que pueden venderse, comprarse o trocar por un par de cabras.

Hoy la xenofobia va más allá de la definición del diccionario, de una simple manía física contra una raza determinada. No, ahora se alimenta de odio ideológico, especialmente de orden religioso.

La civilización Occidental tiene muchos y grandes defectos, lo sé, pero nos ha costado mucha sangre y muchas revoluciones liberarnos, aunque sea parcialmente, de algunos prejuicios sexuales, políticos o religiosos, y dejar de quemar brujas o herejes. Pero si le dices a un creyente musulmán o judío que, en lugar de perder el tiempo memorizando el Corán o la Torá, estudien biología o lean más a Voltaire, te fulminan con la mirada, te maldicen y te califican de xenófobo. Ciertamente, el Corán no recoge explícitamente la lapidación. Tampoco en los Evangelios se encuentra ninguna cita sobre la Inquisición.

No, no se trata de simple xenofobia física, que es una aberración. Uno puede defender a los palestinos contra la estupidez prepotente israelí y al mismo tiempo condenar el uso del burka o de cualquier tipo de holocausto, sin que ello implique ser xenófobo.

Lo que intentamos es defender esos mínimos de libertad intelectual y de derechos democráticos que hemos alcanzado luchando contra el oscurantismo y el fanatismo religioso-político que prefiere basar su justicia en costumbres tan salvajes como la lapidación, el burka o la ablación del clítoris, en nombre de dioses imaginados y malvados, y en beneficio de unos ayatolás que imponen sus criterios ex cathedra, que maldicen, como mínimo, a los infieles y a la indecente cultura occidental, pero al mismo tiempo, ¡oh contradicción! imitan y copian la peor de nuestras tecnologías, invirtiendo sus recursos en la fabricación de la bomba atómica, la peor, la más destructiva arma jamás inventada.

Contra esos salvajes, a quienes no importa lapidar, flagelar y amputar, no existe ninguna garantía que, por arte de birlibirloque, vayan a respetar a ningún infiel, como ya han demostrado en su historia de terror y atentados. Esos son, los que en verdad, practican la auténtica xenofobia ideológica.

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