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DOSSIER. El “caso Castells” o el precio de buscar la diferencia

Génesis, apogeo y declive del socialismo catalán: de Pallach y Reventós a Montilla y “los capitanes”

Génesis, apogeo y declive del socialismo catalán: de Pallach y Reventós a Montilla y “los capitanes”

El PSC es víctima del debate entre marcar perfil propio catalanista en la izquierda de un país acomodado o la sumisión a los intereses del PSOE

viernes 06 de agosto de 2010, 13:11h

La espantada del conseller Antoni Castells no es un episodio aislado. Su renuncia a ir en la próxima lista electoral encabezada por Montilla no parece encontrar eco público entre sus correligionarios pero no deja de representar un estado de opinión que no se atreven a expresar. Las también consejeras Montserrat Tura (Justicia) y Marina Geli (Salut) y los consellers Joaquim Nadal (Política Territorial) y Ernest Maragall (Educació) o bien han guardado silencio o se han desmarcado tibiamente. Al fin y al cabo les va el puesto y la estabilidad en la primera línea política.

Los socialistas catalanes más catalanistas hace tiempo que se sienten incómodos. Lo expresó Ferran Mascarell, que abandonó su escaño, lo había dejado escrito hace tiempo el filósofo Rubert de Ventós, para quien los ministros catalanes en el gobierno español eran “rehenes” y había colmado el vaso el ex presidente Pasqual Maragall al escenificar su baja del partido.

Entre medio el camino del socialismo catalán se había ido cubriendo de cadáveres. Primero Reventós, fracasada alternativa ante Pujol en 1980, al que González acomodó en la embajada en París, después Raimon Obiols, que tropezó tres veces en la piedra de CiU y buscó acomodo como eurodiputado en Estrasburgo; Narcis Serra, primer alcalde democrático de Barcelona en 1979 y poderoso ministro de Defensa y después vicepresidente español, Pascual Maragall, engañado por Zapatero y abatido por Montilla y sus hombres del aparato de la calle Nicaragua…

La sumisión a los intereses electorales del PSOE cada vez es mayor y aunque con la calma tensa de espera de la sentencia del Estatut se quiso aparentar que ahora iba en serio, a la hora de la verdad los diputados del PSC en el Congreso volvieron a votar cono siempre: como el resto de diputados del grupo socialista. O sea como el PSOE. Una nueva muestra de incongruencia porque contravenían lo que sólo cuatro días antes habían votado sus compañeros del Parlamento de Cataluña.

Entre medio, en el espacio de tiempo que media entre la publicación de la controvertida sentencia que lamina aspectos identitarios esenciales y la votación de las resoluciones del Congreso en que el PSC votó como PSOE y no con el frente pro-Estatut, el presidente José Montilla se había puesto a la cabeza de la manifestación del 10 de julio que él no había convocado. Incluso puso condiciones para no tener que desfilar tras el lema unitario “Somos una nación, nosotros decidimos”, slogan indigerible para la inmensa mayoría de las huestes socialistas. Su proyecto, de cuya catalanidad no dudaré, no llega tan lejos como expresar entusiasmo ante una proclama más cerca al soberanismo que a la supuesta España plural en la que decían creer y que pensaban construir desde la complicidad con el compañero Rodríguez Zapatero.

El PSC, en julio de 2010, ha quedado nuevamente en evidencia. Cualquier pretensión de liderar el frente catalán no cuela.

1976: El socialismo catalán se une

El 1 de noviembre de 1976 se había dado un primer paso importantísimo para la constitución de un único partido socialista catalán autónomo. No hacía ni un año que había muerto Franco y diversas fuerzas que se intitulaban socialistas convenían fusionarse bajo las siglas de Partit Socialista de Catalunya (Congrés). En el Palau Blaugrana de Barcelona, en una tarde que se dijo que se sudó socialismo, habían confluido meses antes Convergència Socialista (CSC) de Joan Reventós, Partit Obrer d’Unificació Marxista (POUM) de Adroher Gironella, Partit Socialista Unificat, Partit Popular de Catalunya, de Joan Colominas, ex miembros de Esquerra Republicana como Josep Andreu Abelló, ex miembros del Reagrupament Socialista i Democràtic de Josep Pallach, y grupos independientes.

Joan Reventós

El documento-base reivindica el derecho a la autodeterminación, conectado con un proceso de liberación nacional, el Estatut de 1932 como marco provisional para la consolidación de la autonomía y la formación de vínculos de constitución federal o confederal con el resto de España. Postulaba asimismo una forma confederal que conlleve la máxima libertad nacional para Cataluña y para el resto de naciones y pueblos de España con la necesaria solidaridad entre todos ellos y muy particularmente para los menos favorecidos por el desarrollo económico y social. Aunque el PSC-C era partidario de la oficialidad del catalán aceptarían como un primer paso la cooficialidad con el castellano.

Pese a su carácter integrador de corrientes importantes del socialismo, el PSC-C no tenía todavía la exclusividad de la marca. Pervivía un partido catalán bien relacionado con la socialdemocracia alemana, el Reaprupament encabezado por Josep Pallach, y la federación catalana del PSOE, partido que en 1974 había otorgado la secretaría general al sevillano Felipe González en detrimento de los sectores nostálgicos del exilio como Rodolfo Llopis y Ramón Rubial.

Una hábil maniobra de Pallach al adelantarse en presentar las siglas de Partit Socialista de Catalunya en la ventanilla del ministerio de Gobernación que legalizaba los partidos políticos y el revuelo que ello creó condujo a la fórmula que pervivió durante un tiempo de convivir dos partidos intitulados PSC, uno con el añadido Congrés (Reventós) y el otro ex Reagrupament.

Reventós une sus fuerzas con Felipe

Llegan las elecciones legislativas del 15 de junio de 1977 y los socialistas razonan que unidos serán más fuertes. Se alcanza el gran pacto con la federación catalana del PSOE. El cartel por Barcelona lo encabezará Reventós en comunión con el proyecto que Felipe González lidera en España. Comienza la retahíla de mítines finales durante treinta años con Felipe, después con Zapatero, el acompañamiento como palmeros de los candidatos catalanes y el aderezo de Joan Manuel Serrat.

Un año después, el 16 de julio de 1978, se celebra el congreso de fusión. El PSOE desaparece como tal del mapa catalán y quien reinará en este campo será el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), autónomo aunque hermanado con el PSOE. La porosidad queda garantizada incluso con la presencia de representantes del partido catalán en la comisión ejecutiva y en el comité federal del PSOE.

Raimon Obiols

La comunión de PSOE y PSC ha constituido un granero de votos considerable para el socialismo español, de hecho siempre han ganado las elecciones generales y también las municipales de las grandes capitales y todo el cinturón industrial, pero tropieza siempre con la china de CiU, seis veces con Jordi Pujol y dos con su sucesor, Artur Mas. Otra cosa es que las mayorías parlamentarias hayan llevado a dar un vuelco al resultado y otorgar las presidencias a Maragall y a Montilla con sendos gobiernos tripartitos.

El socialismo catalán ha ganado cuotas de poder, clientelismo y oficina de colocación para muchos de los suyos a costa de desvirtuar su patente de catalanidad, indiscutible en la lucha contra el franquismo. Los Reventós, Obiols, Serra, Maragall, Molas, han sido barridos para dejar paso a los Montilla, Zaragoza, de Madre, Corbacho, representantes del poder asentado en los municipios obreros del cinturón.

El Congreso del PSC en Sitges, en 18 de junio de 2000, marca la nueva etapa que ahora vivimos, con Montilla como primer secretario rodeado de los “capitanes” curtidos en el campo municipal del Baix Llobregat y el Barcelonès.

Ejemplos de sumisión al PSOE

Cuando en la campaña de las elecciones generales de 2004 el PSOE adornó sus vallas con el slogan “Si gana Zapatero, gana Cataluña” estaba regalándole un pedazo de autonomía al “gobierno amigo”. El mismo que ninguneó a Maragall, que ha toreado a Montilla, que regateo recursos financieros y que racanea traspasos, competencias e infraestructuras.

“Te queremos a ti, pero aún queremos más a Cataluña” pronunciado por Montilla ante el presidente del gobierno en la Fiesta de la Rosa suena bien como reclamo pero no se ha correspondido con la realidad.

De hecho es un eslabón más de una larga cadena de entregas y sumisiones a la estrategia de la calle Ferraz.

1.- En 1982, en plena resaca del 23-F, UCD, que gobierna, y PSOE acuerdan una modificación del reglamento del Congreso que comporta la desaparición del grupo socialista catalán, así como del vasco. Se acaba lo que Leopoldo Calvo Sotelo definió como “polifonía socialista a tres voces”. El PSC, que encabezaba Reventós y que tenía como hombre fuerte en Madrid a Ernest Lluch, se queda sin voz propia en los debates. Los diputados catalanes del grupo socialista votan desde entonces igual que los del PSOE. Ni una sola vez en 28 años han votado de manera diferenciada.

LOAPA

2.- El 31 de julio de 1981 UCD y PSOE firman los Pactos Autonómicos que pretender poner orden en el mapa autonómico a base de una igualación por abajo del techo competencial, en detrimento de catalanes y vascos. En el mismo paquete va la LOAPA, ley orgánica de armonización que perderá esta doble condición cuando, tres años después, se pronuncie el Tribunal Constitucional.  Combatida por los partidos nacionalistas (CiU, ERC y PSUC), los socialistas catalanes dicen por boca de Raimon Obiols que “nos parece positiva una ley que tiende a potenciar el marco autonómico” y el alcalde Pasqual Maragall añade que “el Estado de las autonomías es muy difícil de construir y hay atajos para llegar. La LOAPA intentaba ser un atajo”.

Lo cierto es que el grupo socialista catalán redactó un conjunto de enmiendas que el portavoz Ernest Lluch olvidó presentar a tiempo, en noviembre de 1981. Eduardo Martin Toval y Joan Prats dejan la ejecutiva como medida de protesta. En contraposición, casualmente, en octubre de 1982 Felipe González promovió al olvidadizo Lluch como ministro de Sanidad.

3.- Rubert de Ventós habló de ministros “rehenes”. El socialismo catalán ha aportado a los gobiernos de España a Narcís Serra, Ernest Lluch, Joan Majó, Jordi Solé Tura, Josep Borrell, José Montilla, Joan Clos, Celestino Corbacho y Carme Chacón. En los momentos decisivos han primado su apego al cargo que la defensa del interés catalán.

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