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La incertidumbre y la desconfianza siguen instalados en la economía mundial

Tres años sin motor económico tras el crash de 2007

Tres años sin motor económico tras el crash de 2007

miércoles 18 de agosto de 2010, 12:36h
Esta es la globalización. Entre julio y agosto de 2007 se originó la crisis subprime o hipotecas de riesgo, transformada en una crisis financiera que acabaría contagiando a todos los sectores de la economía, precisamente por la implicación mundial de la comercialización de productos financieros derivados de las hipotecas. Del sector inmobiliario al financiero, la crisis ha terminado por contaminar la salud de las finanzas públicas y la economía real en todo el mundo, y tres años después España sigue sin recambio al motor del ladrillo.
Aunque la crisis ya se estaba gestando en los años precedentes, fue la quiebra de hedge-funds de la financiadora estadounidense de hipotecas Bear Sterns y BNP Paribas hace tres años la que disparó todas las alarmas. En 2007, mientras España seguía de fiesta oficial, negando la crisis, las autoridades estadounidenses llevaban años afirmando que no existía una 'burbuja inmobiliaria'. Pero ya desde principios de ese año algunos medios y expertos venían alertando en Estados Unidos y otros países sobre las hipotecas 'subprime' o de alto riesgo, otorgadas a clientes de baja solvencia y por tanto con intereses altos y un mayor peligro de impago.

Ante la subida de las tasas de interés y el aumento de la morosidad, se multiplicaron los signos de alarma y quedó al descubierto la alta exposición de los bancos, fondos de pensión y de inversión a este tipo de hipotecas. En 2006, Estaods Unidos registró 1,2 millones de ejecuciones de hipotecas por falta de pago.

Y en agosto todo explotó. La reacción inmediata fue la contracción del crédito, conocido como el credit crunch: los bancos dejaron de prestarse dinero en medio de un clima de enorme desconfianza, lo que obligó a los bancos centrales a intervenir de forma masiva. ¿Por qué? No sólo por el riego derivado de los impagos hipotecarios, sino porque se ofrecían productos de inversión relacionados con las hipotecas (derivados, hedge funds), y los mercados secundarios de deuda estaban inundados de titulizaciones sostenidas por hipotecas, con Alemania como gran protagonista.

El primer sector afectado por la crisis fue el inmobiliario. Ya a principios de 2007, el mercado estadounidense de vivienda comenzó a sufrir la caída de precios, al tiempo que se elevaban los impagos de las hipotecas de alto riesgo (subprime). La vivienda en las grandes ciudades de Estados Unidos ha perdido más de una cuarta parte de su valor. En España, la caída es más suave, pero supera una depreciación del 16% en términos generales y más.

En nuestro país, en los últimos dos años han desaparecido el 23% de las constructoras e inmobiliarias españolas, 170.000 empresas, algunas de ellas protagonistas de las mayores quiebras de la historia del país (Martinsa Fadesa, Nozar, Habitat, Reyal Urbis). El parón en la construcción, al que se suman los recortes del gobierno en las infraestructuras para reducir el déficit, ha contribuido en gran medida a la elevada tasa de desempleo, que llega al 20%. La banca tiene cerca de 100.000 millones de activos inmobiliarios en sus balances para ser vendidos, y la tasa de morosidad supera en general el 5%. Irlanda y Reino Unido tampoco han escapado a la debacle del ladrillo.

Crisis de liquidez

El colapso pronto se reveló como una crisis de liquidez. La intervención de los bancos centrales y gobiernos apenas impidió la proliferación de quiebras financieras –la más sonada, la de Lehman Brothers en septiembre de 2008- y tampoco pudo paliar la descapitalización de las bolsas y una ingente salida de dinero. Sólo en reembolsos netos, los fondos de inversión españoles han visto salir más de 100.000 millones de euros en tres años.

El Banco Central Europeo (BCE) se vio obligado a inyectar 95.000 millones de euros en el mercado bancario para mejorar la liquidez, y la Fed estadounidense aportó 24.000 millones de dólares, a los que les siguieron más en las semanas siguientes. También debieron salir a la palestra el Banco de Japón, el Nacional Suizo y el de Canadá. En septiembre, el propio presidente de la Fed, Alan Greenspan, que siempre había negado la 'burbuja', tuvo que reconocer que se había equivocado.

La repercusión

Las bolsas han reflejado la incertidumbre: el Ibex ha perdido casi un tercio de su valor en estos tres años. Peor le ha ido al mercado de renta variable de Grecia, uno de los países más castigados: su principal índice ha recortado casi un 70%.

Pocos activos se escapan del desplome durante la crisis. El más destacado es el oro, cuya condición de activo refugio le ha permitido revalorizarse en casi un 80% en estos tres años. Otras materias primas también han conocido importantes revalorizaciones. Pese a ello, el índice S&P/Case-Shiller, que mide la evolución de las principales commodities del mercado, registra un descenso del 15%, aunque en la primera fase de la crisis llegara a alcanzar máximos históricos.

El petróleo, que llegó a superar los 140 dólares el barril hace dos años, cotiza en la actualidad en niveles similares a los de julio de 2007, impulsado por una supuesta perspectiva de recuperación económica. El Brent y el West Texas apenas superan en un 1% el precio del periodo anterior a la crisis.

La última fase de la crisis ha alcanzado a las finanzas de los Estados. El combate de la recesión económica mediante el dinero público incrementó los niveles de deuda y déficit públicos, que han dado como resultado la implantación de duros planes de ajustes presupuestarios por parte de todas las economías, como Alemania, Italia, Francia, Holanda, y por orden de Bruselas, España.

Pero aunque el gasto público para combatir la crisis ha sido generalizado, las consecuencias, sin embargo, han sido diferentes según la solidez y capacidad de cada país. Así, Grecia, el país de la UE más castigado, ha visto como los inversores elevaban la rentabilidad de sus bonos a diez años por encima del 10%. Y Europa ha tenido que actuar de forma conjunta, tras muchos titubeos, para salvar de la quiebra de facto del país heleno, con serias dudas de que algún otro estado del arco mediterráneo, como Portugal e incluso España, pueda salvarse de la quema.

Por el contrario, los bonos de Estados Unidos y Alemania cotizan en términos mejores que los de hace tres años. La deuda de ambos países ha sido adoptada por muchos inversores como activo refugio. Pese a que la rentabilidad que ofrece ahora es menor que al inicio de la crisis, el riesgo ha crecido, como revela el comportamiento de los CDS (seguros de impago de la deuda), cuyo precio se ha elevado de forma exponencial.

Tres años después, el mundo económico sigue sumido en la desconfianza y la incertidumbre.
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