Con alguna exageración, se comenta estos días en la capital que Zapatero está más preocupado por el resultado de las primarias de Madrid que por las consecuencias de la huelga general. Al margen del discurso oficial de unidad que despachan tanto
Trinidad Jiménez como
Tomás Gómez -que compiten entre sí para que los militantes decidan quién de los dos será el próximo rival de
Esperanza Aguirre-, lo cierto es que el proceso de primarias está enrareciendo el ambiente en el seno de la Federación Socialista madrileña. Es una batalla sorda con pellizcos de monja en los medios y presiones internas provocadas por la consigna de Ferraz y La Moncloa para que los dirigentes locales apoyen a la ministra Trinidad Jiménez.
De la presión -advertencia de
Rubalcaba a Gómez: "Tendrá consecuencias"- han
pasado a la persuasión. Según me cuentan, están llamando uno a uno a los dirigentes de las agrupaciones y de las ciudades del cinturón de la capital para asegurar su apoyo a la ministra. Aunque Trini sale mejor parada en los sondeos, Gómez ha conseguido darse a conocer al gran público. Y eso es lo que ha hecho que la apuesta del presidente queriendo apartarlo de la candidatura implique inequívocamente a Zapatero en el resultado del proceso.
Si Trini gana -como parece-, pero sin holgura, Gómez habría contribuido a erosionar el ya bastante mellado liderazgo del presidente del Gobierno. ¡Qué decir si Gómez le torciera el brazo a la ministra designada candidata a dedo! Ahí renacerían las ambiciones sucesorias que alimentan los ministros mejor situados: Rubalcaba y
Blanco. Claro que Zapatero se juega mucho en las primarias de Madrid. Diga lo que diga el interesado, los militantes de la FSM saben que en realidad es él, Zapatero, quien se presenta. De ahí las presiones que están recibiendo. Veremos qué pasa el próximo 3 de octubre.
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