www.diariocritico.com
WikiLeaks o la ingenuidad

WikiLeaks o la ingenuidad

jueves 09 de diciembre de 2010, 16:58h
Como sucede cada vez más y de forma por cierto inexplicable en nuestro mundo, las revelaciones sobre la política exterior de los EEUU realizadas por el movimiento WikiLeaks hicieron rasgar las vestiduras por un hecho que es normal desde que los Estados existen: la preocupación por averiguar qué ocurre en los países que consideran estratégicos, las fortalezas y debilidades de sus aliados o adversarios y, por supuesto, la promoción favorable para los intereses de sus Gobiernos. Desde Maquiavelo, el poder se construye a base de información. Puede utilizar, por cierto, hechos relacionados con la moral o las costumbres, pero su dirección es estratégicamente política: saber qué está haciendo o qué va a hacer el otro Gobierno que pueda beneficiar o perjudicar a los proyectos propios.


Evidentemente, estas prácticas son intrusivas. Como lo son la penetración en la mente del consumidor de determinados productos gracias a que previamente se han analizado metodológicamente sus preferencias y, sobre todos, sus sueños o aspiraciones. Pretender hacer de las revelaciones de WikiLeaks la apología en nombre de un mundo moral es retornar de golpe a la ingenuidad, retorno que, como se señalaba al comienzo de este artículo, se da en nuestro mundo con mucha frecuencia quizá por la cantidad de jóvenes que empiezan a descubrir que Adán no comió ninguna manzana y gracias a otros, no tan viejos, que hacen de este retroceso a la ingenuidad su oportunidad de conquistar adeptos.


Asombra también la defensa a ultranza de la ingenuidad por las revelaciones de WikiLeaks de personas y personajes provenientes de sectores tradicionalmente llamados "críticos". Ahí se muestra, en esta apología la orfandad intelectual provocada por la ausencia planificada de lecturas de autores clásicos y modernos, que son la mejor forma de introducción en la complejidad de la vida -toda simplificación es mentirosa y, además, intrusiva, porque reduce la ambigüedad de la existencia humana a proposiciones manipuladas- y a descubrir de repente la redondez de la Tierra. Ciertamente, en la agenda de nuestra prioridades no figura ni El agente secreto, de Conrad, El americano impasible, de Greene, ni, más cerca de nosotros, El fantasma de Harlot, de Norman Mailer. Leer literatura no es perder el tiempo: es acercarse a esta extraña y sorprendente criatura a cuya especie pertenecemos y que se mueve entre la depredación y la solidaridad.


Por lo demás, no hay que hacerse ilusiones. No parece razonable pensar que el Gobierno iraní, por ejemplo, que masacra sin problemas opositores políticos, sería tolerante con un Julian Assange, salvo a condición de que le entregase más información. Tampoco Gobiernos de vocación estatista verían con buenos ojos las revelaciones de este francotirador informático, como lo califica Miguel Ángel Bastenier. Lo único asombroso, siguiendo a Timothy Garton Ash, es que tanta información haya sido puesta en un sistema de computadoras militares que un chico de 22 años podría descargarlo y pasarlo a un CD de Lady Gaga.

[email protected]
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios