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Manuel Francisco Reina, autor de “La emperatriz amarga”

“Las pasiones y sentimientos pueden hacer saltar los engranajes del poder y la Historia”

“Las pasiones y sentimientos pueden hacer saltar los engranajes del poder y la Historia”

lunes 21 de febrero de 2011, 15:00h

Poeta, dramaturgo y crítico literario, entre otras prácticas creativas, el gaditano Manuel Francisco Reina concibe con La emperatriz amarga (Roca Editorial) un azulejo histórico de emociones e intenciones donde confluyen colores vidriados por el rigor, la personalidad y la trascendencia, desde la perspectiva de las mujeres de la época de los reinados de Trajano y Adriano.

 

 

Los recuerdos de la emperatriz Sabina, de boca de su confidente Julia Balbina, desmitifican esa imagen victoriana que se pudiera tener del emperador Adriano…

Lo cierto es que, cuando te acercas a las fuentes contemporáneas del emperador Adriano y su familia, muchas de las imágenes idealizadas a través de la literatura romántica y victoriana, así como de la estupenda novela de Marguerite Yourcenar, se nos caen de las manos. Ella misma lo anota en sus Cuadernos del Norte, un libro sobre la elaboración de Memorias de Adriano que acaba: “viviendo en simbiosis con el personaje (Adriano) hasta el punto de comprender a veces que mentía y dejarlo mentir. Él arreglaba las cosas a su modo, como todo el mundo, conscientemente o no. Creo que mintió bastante respecto a su elección, a su llegada al poder; debió saber algo más de lo que dijo”. Ella se reía de los críticos que pensaban que su novela era una biografía “exacta”, ya que asegura que ella escribe “una novela”,  lo que le interesa, tomando los aspectos que más le seducían. No olvidemos que, para Marguerite, su Adriano era un homenaje y álter ego de su padre, el Marqués de Crayencour. Haber contado los aspectos más oscuros, por los que pasa de puntillas, sería como faltarle el respeto a su adorado progenitor.

 

 

La escritora Marguerite Yourcenar, todo un referente para usted…

Para mí, la Yourcenar es una autora fundamental del siglo XX que revolucionó la novela histórica, despegándose del drama decimonónico y de sus acartonados arquetipos. Para ella una novela debía ser fiel “al espíritu de la época”, y por eso fue revolucionaria para el género. Opus nigrum es, para mí, un modelo indispensable para que la novela histórica sea literatura, sin embargo, para acercarnos a personajes tan connotados por la literatura anterior, uno debe enfocarlos desde otro punto de vista. La desmitificación, a través de las fuentes más cercanas a la existencia de los personajes,  ha sido mi enfoque y mi apuesta personal.

 

 

La emperatriz amarga también reivindica el papel en la sombra de las mujeres a lo largo de la Historia

No es tanto una reivindicación genérica como la de unos personajes: las mujeres de la dinastía hispana que fueron las verdaderas forjadoras del linaje imperial. En mi novela se hace un recorrido por más de un siglo de estas mujeres bravas y fuertes que consiguieron lo que parecía imposible: que una familia no nacida en Roma, venida de la provincia hispánica de la Bética, llegase a gobernar el mayor Imperio del mundo. Trajano le reconoció este logro a su hermana Marcia, abuela de la emperatriz Sabina, a la que Adriano le debe mucho más de lo que reconoce. Es más, en muchos aspectos, el Emperador trató de desdibujar su figura y hacerla desaparecer, prueba de su fuerza e importancia, aunque sin conseguirlo.

 

 

¿Hemos superado del todo ese modelo de sociedad patriarcal o es lo que nos quieren hacer ver?

Creo que muchas de las virtudes y los vicios de nuestra sociedad están anclados en los cimientos de nuestra cultura, que es, para bien y para mal, la grecolatina. Sobre todo a raíz de las reformas legales del emperador Augusto, reformas que calca el derecho canónico católico, la mujer queda relegada al papel de posesión del padre, primero, y del esposo, después. Recordemos que, hasta el 78, en nuestro país una mujer no podía tener una cuenta en un banco o pasaporte sin el permiso del padre o el cónyuge. Estos atavismos son difíciles de romper, principalmente porque están en la base conductual de los varones, aunque creo que estamos en el camino y debemos perseverar en él.

 

 

¿Cómo ha sido el proceso de documentación para gestar la novela?

Largo y apasionante. En realidad casi he tardado más en la investigación que en la escritura. Hay muchas fuentes contemporáneas, a pesar de que Adriano, como hizo Augusto con Mecenas, en realidad un ministro de propaganda, se encargó de tener escritores e historiadores a sueldo, algunos de gran talento como Virgilio, para que contaran la versión que a ellos les interesara aunque fuese falsa. En el caso de Adriano, hubo textos y autores que contaron lo que él no quería que se supiese, como apunta la Historia Augusta, que le llama “usurpador”, ya que Trajano nunca lo nombró sucesor, ni testamentó, como otros emperadores anteriores. También la obra de Suetonio De Viris Ilustribus. Sobre los hombres ilustres, conservada en fragmentos, o la de Dión Casio y Víctor Aurelio. Curiosamente, sin ponernos de acuerdo ni conocernos, y acudiendo a estas fuentes, he coincidido con Anthony Birley, uno de los mayores conocedores de la dinastía y comisario de la exposición retrospectiva que ofreció el British Museum sobre Adriano, en el que incide en lo mismo: la violencia despótica del Emperador.

 

 

Usted, que recrea todo un mosaico romano, ¿qué pieza diría que le faltaba y/o sobraba a aquel imperio?

Es muy difícil dilucidar, a toro pasado, qué pieza falta o sobra en el mosaico histórico. Yo creo que todos cumplen su función, aunque sean como antagonistas o adversarios. Lo más interesante para mí tal vez sea percibir cómo la intrahistoria, las pasiones y los sentimientos pueden hacer saltar los engranajes del poder y la Historia con mayúsculas.

 

 

¿Es la novela histórica, en muchos casos, un género infravalorado en nuestros días?

Creo que es verdad que ahora mismo hay un agotamiento de la fórmula comercial de la llamada “novela histórica”, responsabilidad en parte de los editores que vieron un filón en los Cátaros, los Masones y los Templarios, y de los autores que se apuntaron a esa veta con más o menos fortuna. Esta cuestión tiene una doble lectura: la perversión de un mercado cada vez más teledirigido, en el sentido primero y en el literal, y, por otro que para los que amamos el estudio literario de la materia histórica por sus matices y posibilidades, quedamos de nuevo situados fuera de las lindes del oportunismo. De todas formas este debate no es nuevo, ya sucedió cuando Flaubert publicó Salambó, o cuando la Yourcenar hizo lo propio con las Memorias de Adriano, que algunos reseñaron como biografía para que no fuese manchado por el demérito del género histórico, y son piezas fundamentales de la literatura universal. Sucederá lo mismo con el thriller o la novela negra en auge ahora, más si es de autor danés, finés o sueco, o con la novela sobre la Guerra Civil española. A este respecto, y para ser serios, yo vuelvo a la máxima de Oscar Wilde cuando decía que un libro no es moral o inmoral, está bien o mal escrito. Con los géneros, apósitos comerciales o académicos añadidos, salvo oportunismo puntuales, sucede lo mismo. Es un buen libro, es literatura, o no es, se enmarque en el género que se quiera.

 

 

Lo que se “saborea” es que usted disfruta sobremanera con lo que hace…

Lo más fascinante, para mí, desde el punto de vista del investigador y del literario, al acercarme a la Historia con rigor, siempre es lo poco que hemos cambiado en tantos siglos. Seguimos siendo prácticamente los mismos que salimos, temerosos, de las primeras cavernas, no digamos si del mundo clásico, base cultural y civil del nuestra sociedad, hablamos. En lo básico, en los conflictos emocionales, familiares, políticos, temores, deseos y necesidades.

 

 

Y en lo concerniente al poder…

El poder es siempre cruel y corrosivo. Tal vez por eso parece que incurrimos en correlatos contemporáneos o parece que inventamos. Lo cierto es que el poder ha sido siempre idéntico en sus maneras violentas de actuar y perpetuarse, sea desde el trono de un emperador o en la intimidad de la alcoba con los cónyuges o los hijos. El odio, por fuerza de supervivencia que pueda ser, nos conduce a convertirnos en lo que odiamos y es, con el amor, fuerzas primordiales de nuestras grandezas y miserias. Eso y que la capacidad de empatía y superación de algunas personas, como Sabina y otros hombres y mujeres de la Historia, han sido capaces, con muchos sacrificios, de hacernos mejores y cambiar algunas cosas. Tal vez por eso, a lo largo de toda mi obra, he estado muy cerca de las mujeres y de los personajes femeninos, porque, hombres como yo, con un sentido de la coherencia y el compromiso, cada vez más escaso y caros para el día a día, hemos ido siempre en el mismo carro de esas mujeres marcadas con la letra escarlata, breados y emplumados, camino de la hoguera. Hoy ni siquiera necesitan juzgarte en autos de fe, el silencio es la manera contemporánea de inmolación de los incómodos a lo establecido.

 

 

¿Sobre qué terreno debe moverse toda novela histórica?

Una novela, histórica o no, ha de moverse en el terreno de lo verosímil. En el caso de las novela de argumento histórico, los cimientos culturales y arqueológicos deben ser claros y contrastados. A mí me preocupa que, además de ser Literatura, independientemente del género (y trabajo en que sea de la mejor factura), los personajes sean reales, de carne y hueso, así como sus relaciones y conflictos. En mi novela, el final elegido, trágico, fue el que fue. En eso he inventado poco o nada. Sólo tomo las opciones, de todas las fuentes, que creo más fidedignas y capaces de mover las emociones del lector y su inteligencia que nunca he querido subestimar.

 

 

Para concluir, me gustaría conocer su opinión acerca del panorama literario actual…

Pienso que, en un momento determinado de nuestra historia, se ha producido un triste divorcio entre los intelectuales y la gente de a pie. Por un lado, el nivel cultural medio se ha avulgarado hasta niveles perversos y los llamados intelectuales se han dejado querer, por no decir comprar, por intereses bastardamente económicos o de vanidad. Ya he hecho “amigos” por opinar al respecto desde la tribuna de los medios y en conferencias, y necesitaríamos un debate serio, cosa que en este país da mucho miedo o risa, según el caso. Yo creo que están haciendo cosas más interesantes y transgresoras los maestros que los más jóvenes, confundidos —en muchos casos interesadamente— por el ruido de los popes, la crítica —si esto existe— y las modas. Además, hay un panorama absolutamente sectarizado que sólo hace confundir y anquilosar más si cabe el panorama teórico y práctico de la Literatura y la creación, aunque, afortunadamente, quedan creadores libres y lúcidos en los márgenes de la literatura española. Mejor marginados que untados o dejados de su labor de contrapoder, siempre.

 

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