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La otra cara de las urnas

La otra cara de las urnas

miércoles 11 de mayo de 2011, 11:15h
Decenas de miles de españoles, quizá cientos de miles, esperan los resultados electorales del próximo día 22 en clave estrictamente personal. De que ganen unos u otros depende su futuro,  puesto que forman parte de la innumerable legión de interinos, contratados, asesores, etcétera, cuya continuidad está vinculada a que el presidente de la comunidad o el consejero o el alcalde o el concejal se mantengan en la próxima legislatura o abandonen el barco (a la fuerza) tras perder los comicios. Y, a su lado, otro grupo de españoles, no menos numeroso que el anterior, está poniendo velas a todos los santos para que cambie el Gobierno autonómico o municipal y así poder hallar un hueco de trabajo y de salario al lado de los suyos, ahora en la oposición.     El turnismo español, tan de moda en el siglo XIX, y que creó las figuras castizas del cesante y del enchufado, dependientes de la alternancia en el Poder, sigue hoy vigente, aunque las formas hayan cambiado. “Hacer pasillos” es otra de las expresiones clásicas de quienes pierden los privilegios, y esperan hasta unas nuevas elecciones sobreviviendo a duras penas.     Por eso, al lado de las propuestas electorales para los cercanos comicios (faltan poco más de diez días para el día de la verdad), también se produce este fenómeno multitudinario del temor a que finalice el período de empleo y comience la áspera pendiente en que se pregunta “¿qué hay de lo mío?”, y no se encuentra respuesta. Y por ello, numerosos españoles están haciendo su campaña electoral particular, pidiéndole a sus padres suegros, hermanos, cuñados, tíos, sobrinos y demás familiares que introduzcan en las urnas la papeleta con las siglas de las que depende su futuro. No hace falta leerse el programa, no es necesario acudir a los mítines, sobra hasta la jornada de reflexión. Porque de lo que se trata es de seguir como están (por parte de los contratados), o de que ganen los contrarios con los que se mantiene una buena relación, en el caso de quienes están “haciendo pasillos”.     Las historias de España se repiten y, por mucho que el Gobierno prepare recortes salariales para los empleados públicos, la sombra del Poder da mucha confianza, incluso a quienes no tienen la plaza en propiedad, como se dice en el argot de la burocracia. Pongamos una nota de humor. La escena se desarrolla en una oficina pública, el jefe suele contar algún chascarrillo o algún chiste malo en las mañanas de aburrimiento, y un día ese jefe se da cuenta de que el empleado Fulánez o Zutánez, que era su “palmero” más entusiasta, ya no le ríe las gracias. “¿Qué pasa, hombre, que no le ha gustado el chiste?” Y la respuesta: “Nada de eso, lo que sucede es que he aprobado las oposiciones y, desde ayer, ya soy fijo”.
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