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Herrera, más pasado que futuro

martes 17 de mayo de 2011, 19:57h
 A falta de ese frustrado debate entre los principales candidatos, el desbordante aluvión de entrevistas concedidas por Juan Vicente Herrera ha seguido amenizando la lánguida campaña electoral. Ya dejamos dicho aquí que tanta incontinencia verbal acaba retratando inevitablemente a quien la practica, en este caso al candidato del PP a la reelección en la presidencia de la Junta. Y especialmente significativas son aquellas confesiones realizadas motu proprio, de manera espontánea, fuera del cliché de la respuesta políticamente correcta.  En esa línea me ha llamado la atención la insistencia con la que Herrera ha subrayado -que yo recuerde al menos en dos de esas entrevistas- que él ya forma mas parte del pasado que del futuro. A confesión de parte, sobran interpretaciones. No dice que se siente amortizado, faltaría más, ni que le falte ilusión para afrontar un nuevo mandato de cuatro años, pero queda claro que su entusiasmo en el desempeño de su cargo es perfectamente descriptible.    En vísperas de morir de éxito electoral (tercera mayoría absoluta consecutiva probablemente rompiendo el techo histórico de escaños del PP en las Cortes), puede parecer insólito afirmar  que el herrerismo ha tocado fondo. Pero a mi juicio es así. Los síntomas que caracterizan el fin de un ciclo político han sido evidentes a lo largo de esta última legislatura y lo siguen siendo todavía mas de cara a la próxima. Eso sí, no hay alternancia política ni de lejos, factor que sin duda ha contribuido y contribuirá a enquistar aun más la situación.  Sin el contrapeso de una oposición que se ha hecho a sí misma el harakiri, Herrera ha ido yendo a peor, tanto en sus modos de ejercer el poder como en la gestión de su destartalado gobierno. Visto lo bien que le va al PP en las urnas sin hacer nada, estaá claro que seguirá viéndolas pasar, dejándose llevar por la corriente y el influjo de la mano que mece su cuna. No tiene ninguna urgencia ni voluntad -arrojo y coraje no los ha tenido nunca- para encarar los retos pendientes esta comunidad, alguno de los cuales se permite negar sin pestañear (caso de la despoblación, que para él sigue siendo un “mito”).   Herrera se ha retratado en estas entrevistas y también en su infumable negativa a participar en ningún debate electoral en esta campaña. Con esa negativa, que además ha pretendido justificar torticeramente, ha mostrado dos de sus característicos rasgos: la pusilanimidad y la prepotencia. La primera es sobradamente conocida, sobre todo en el ámbito de su propio partido, donde ha permitido que se desafíe impunemente su autoridad desde las taifas provinciales. La prepotencia se oculta bajo una falsa capa de sencillez y campechanía, pero a estas alturas a algunos no nos pasa inadvertida. La conocen, aunque no la reconozcan, los medios de comunicación y la sufre una oposición a la que se le aplica inmisericordemente el rodillo parlamentario y que no ha conseguido en los 10 años de herrerismo arrancar una sola comisión de investigación. Ya he escrito alguna vez, y me reafirmo, que Herrera no es ni por asomo lo que aparenta.  La conclusión sería que al PP le va de cine en Castilla y León, pero que a Castilla y León le va de pena con el PP. Que el problema no es tanto que Herrera forme mas ya mas parte del pasado que del presente como que forma mas parte del problema que de la solución. Y que si no sobreviene en algún momento la “operación Vaticano”, durante los próximos cuatro años Castilla y León seguirá hundiéndose un poquito más, lo cual no será óbice -puede que todo lo contrario- para que el PP, supongo que ya con otro candidato, vuelva a ganar por goleada las elecciones autonómicas de 2015. (En la fotografía superior, el consejero de la Presidencia, José Antonio de Santiago-Juárez, y Juan Vicente Herrera; en la inferior, Herrera y el consejero de Economía, Tomás Villanueva)
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