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Una apuesta por Democracia Real Ya

Una apuesta por Democracia Real Ya

jueves 19 de mayo de 2011, 19:14h
Me gustaría creer que los jóvenes que intentaron acampar en la puerta del Sol y en otras puertas de España pueden tener éxito. De hecho quisiera que lo tuvieran porque lo que ellos han traído y recordado es ese sueño eterno de los seres humanos de querer ser gobernados bien, con honradez, con justicia, y con equidad distributiva. Lo que me parece dramático es que estas cuatro exigencias básicas estén a tal punto ausentes de nuestra vida cotidiana que reclamarlas parezca una revolución.   Me resulta un fenomenal contrasentido que nuestro gobierno, que participa en la guerra contra Gaddafi, que vota las sanciones contra los dirigentes sirios, que simpatiza con los jóvenes tunecinos y marroquíes, que elogia al movimiento de la Plaza at-Tahrir que acabó con la dictadura de Hosni Mubarak, impida al mismo tiempo la concentración en la Puerta del Sol y en otras plazas de España. ¿Por qué pueden interferir con las elecciones? Pero si de eso se trata, de demostrar al electorado que un sector joven de la población rechaza esta rutina que cada vez nos hace volver a las urnas con el mismo estado de ánimo con que hacemos la declaración de Hacienda. ¡Pero si aquí ni siquiera han pedido que nadie se vaya ¡   Peor aún, es indignante que haya políticos que les descalifiquen por suponerles izquierdistas, o que intenten prevenir a la opinión pública contra ellos porque dicen que pueden estar o ser manipulados. Ignoro si son izquierdistas o derechistas, si están manipulados o si lo estarán, pero lo que piden, democracia real ya, lo quiero yo también.   Los jóvenes que se han rebelado en todo el mundo árabe y les han enseñado el camino y los procedimientos a los españoles desde realidades muy diferentes a las nuestras, reclaman tan solo lo que nuestros gobernantes, nuestros políticos, y nuestra oposición dicen todos los días que tenemos: democracia. Se trata, por el momento, de levantar el secuestro de las palabras y de las ideas por unos políticos profesionales que hace años que encontraron la fórmula para permanecer en el gobierno o en la oposición, sin abandonar nunca ni el cargo ni el coche oficial, ni los guardaespaldas, ni los numerosos privilegios y prebendas, ni tampoco las posibles corruptelas o corrupciones a su alcance muchas de las cuales en realidad son legales porque ellos, que tiene la posibilidad de legislar, no las han tipificado como delito. Qué tremenda hipocresía eso sobre lo que sobre lo que ningún partido parece tener duda: votar da derecho a decidir. ¿Ah sí; cómo; cuándo; dónde?  Pero si hasta han recuperado a aquella sociedad civil que vimos surgir con tanta ilusión.   Votar cada cuatro años solo permite cambiar de mayoría, pero ya es sintomático que en España y en toda Europa, los electores cada legislatura o cada dos como máximo, hagan lo único que pueden hacer con nuestra ley electoral: cambiar de mayoría. Qué lejanos están aquellos tiempos en que Julio Anguita parecía obsesionado con los programas, programas, programas. Ahora ni eso porque que la política vive en la ciudad alegre y confiada de un bipartidismo esterilizante que pasa de programas y que no tienen nada que mostrar a los ciudadanos excepto sus fracasos. Esto sí que es turnismo y no lo de Cánovas y Sagasta, al fin y al cabo dos grandes políticos de los que ya no hay.   Los políticos, que encima se molestan por la mala imagen que tienen, dicen que no todos son iguales. ¿Si no son todos iguales, porque no dejan que los ciudadanos opinen sobre ellos; porque no modifican la ley electoral de una vez por todas para que las lealtades del elegido sean para al ciudadano o a la circunscripción que les eligió y no al Presidente o al secretariado de un partido. La Constitución dice que la soberanía reside en el pueblo. Háganle caso. Además y ya que tanto seguimos a los norteamericanos en sus guerras, sigámosles también en este terreno en que me parece que están más avanzados que nosotros.   Dicho esto, lo que veo en el mundo árabe es cómo esas revueltas juveniles de primeros de año van siendo recuperadas por el sistema y capitalizadas por los políticos tradicionales. Otros países, como el libio y el sirio, combaten a los jóvenes opositores con fuego real, aunque en el caso de Libia parece justificado hacerse la pregunta propia de todas las guerras: ¿el bien que esperamos lograr se verá compensado por el mal que sin duda causaremos? La última palabra no está dicha aún y no es definitivo que los de siempre se puedan hacer con las revueltas. Esos jóvenes disponen aún de un cierto margen de maniobra.   Aunque desee éxito a los jóvenes de la Puerta del Sol, aunque crea que hay que apoyarles y ayudarles, aunque lo que ellos quieren sea lo que yo quiero, soy definitivamente partidario de la ley y del orden; creo que hay que luchar dentro de él por lograr un cambio de nuestro sistema electoral; por lograr leyes que castiguen a los corruptos y a la corrupción; por acabar con este despotismo partidista sin ilustración hacia los ciudadanos; por obligarles a confesar sus programas de gobierno y por vigilar permanentemente para que los cumplan; por tratar de que algún día tengamos sindicatos que defiendan a los trabajadores, una defensa que para mí no significa desinterés por el devenir de la empresa en que se trabaja; por devolver su dignidad y su función de contrapoder a los periodistas. Soy partidario de explorar si más allá de los dos grandes partidos existe posibilidad de vida política, y si no la existe hay que la creen. Si los políticos actuales han perdido toda credibilidad, si los partidos les parecen cuerpos rutinarios sin vida,  creen otros nuevos para sustituir a los viejos pero háganlo con el apoyo de los ciudadanos y de los electores. Si los jóvenes proponen otros métodos, otros objetivos, otra honradez, conozcámoslos pero dótense de instrumentos políticos  para lograr sus fines. Los necesitaréis.
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