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¿Sustituir a los Estados Unidos?

¿Sustituir a los Estados Unidos?

martes 09 de agosto de 2011, 15:00h
Desde que Estados Unidos perdió por primera vez la máxima nota para su deuda, los inversores dentro y fuera del país no paran de preguntarse cómo han de ajustar sus carteras, mientras que los políticos norteamericanos han vuelto a la greña para acusarse mutuamente de haber causado la situación, en tanto que algunos analistas se preguntan incluso acerca del efecto que la medida tendrá sobre las agencias dedicadas a evaluar la calidad de la deuda, como Standard and Poors (S&P), Moody’s o Fitch. La decisión de S&P, de rebajar a Estados Unidos del máximo nivel AAA al segundo, de AA+, se debe tanto al lamentable espectáculo político de las últimas semanas, como a los magros resultados del intenso enfrentamiento entre republicanos y demócratas, desarrollado ante los sorprendidos ojos de norteamericanos y extranjeros: por fuerte y rico que sea un país, no puede mantener su salud económica sin un cierto equilibrio entre sus ingresos y sus gastos. Los acuerdos logrados para controlar el gasto público son insuficientes para reducir la deuda norteamericana. Es cierto que el aumento espectacular de los últimos años se debió a la fuerte recesión que obligó a programas de estimulo económico, pero los paños calientes aplicados recientemente no le ponen solución porque ni imponen suficientes recortes ni aumentan la recaudación de las arcas públicas. Las consecuencias de esta rebaja están todavía por ver, pues nadie sabe si efectivamente provocará una subida apreciable de los tipos de interés, con el consiguiente freno para la recuperación económica. Esto se debe, en parte, a que tan solo S&P rebajó el nivel de Estados Unidos, pero no las otras dos empresas, Fitch y Moody’s. También porque es difícil encontrar en el mundo un sustituto para la economía norteamericana, pues además de los criterios de calidad están las necesidades de magnitud, que nadie puede llenar todavía. Algunos optimistas esperan incluso que la comisión que ha de formarse pronto, acordada en las negociaciones de la deuda, en que 6 republicanos y 6 demócratas buscarán maneras de reducir la deuda, se sienta apremiada por la nueva situación y sugiera soluciones más realistas. Muchos se maravillan del efecto que los gastos sociales tienen sobre la economía del país y los comparan con obligaciones semejantes en los países europeos. ¿Cómo es posible, se preguntan, que Estados Unidos no pueda cargar con una seguridad social y una atención médica menos generosas que las europeas? Que Alemania, por ejemplo, pueda equilibrar su presupuesto a pesar de tener unas prestaciones sociales mayores. La respuesta tan solo está parcialmente en una fiscalidad menor: muchos expertos señalan que Washington tiene que pagar la elevada factura imperial, es decir, el coste de la defensa de los intereses del país y de sus aliados. Es un gasto enorme: Estados Unidos posee hoy más de la mitad de la capacidad militar del planeta, algo difícil de justificar después de la Guerra Fría, cuando la proporción era de tan solo el 35%, a pesar de estar en una carrera de armamentos. Precisamente los gastos militares son los que probablemente se van a reducir de forma importante, porque en el debate de la deuda se estableció que, si la comisión de 12 legisladores no concierta nuevos recortes, habrá reducciones generalizadas que afectaran fuertemente al Pentágono. Entretanto, algunos análisis en cuanto al futuro de la economía mundial parecen totalmente ajenos a la realidad. Nos dicen, por ejemplo, que ha llegado el momento de pasar la antorcha de Estados Unidos a otros países y señalan nada menos que a la China como la inminente nueva 'banca' del casino financiero internacional. Ciertamente, la China es la segunda economía del mundo, después de la norteamericana. Pero esto no quiere decir que esté cerca: el PIB de Estados Unidos es casi el triple que el chino (14.6 frente a 5.8 billones), con una renta per cápita casi siete veces mayor (7.500 frente a 47.500 $), mientras que la calificación de la deuda china es de AA-, dos niveles más bajos que el nuevo AA+ de Estados Unidos -e incluso menor que el AA de España, a pesar de sus nuevos problemas económicos. Quedan 18 países con la categoría de AAA en S&P. Entre los 7 de la UE están Alemania y Francia, en el lugar económico 4 y 5 del mundo, pero con tan solo 3.3 y 2.5 billones de $ en PIB lo que hace imposible suplantar la función financiera de Estados Unidos, además de compartir los recientes achaques a su divisa, provocados por las dificultades en otros países de la zona euro. Fuera de la UE hay países con divisas tan deseadas como el franco suizo, o la corona noruega, o el dólar australiano, o canadiense. Todos ellos gozan de la nota AAA, pero Canadá y Australia, las mayores de estas economías, tan solo tienen 1.5 y 1.2 billones de $ de PIB respectivamente. Ante semejante situación, sería posible que los inversores busquen otras maneras de orientarse, al margen de agencias como S&P, especialmente porque son esas mismas agencias las que garantizaron la buena calidad de los créditos hipotecarios que en realidad no tenían soporte y desencadenaron la recesión mundial que aún padecemos. Lo que se avecina es un mundo desconocido, en que los capitales tendrán que buscar nuevos refugios sin las guías y garantías que han tenido hasta ahora. No es fácil, ni tal vez posible todavía, substituir a Estados Unidos.
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