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La cara oculta de la crisis económica

La cara oculta de la crisis económica

martes 13 de septiembre de 2011, 12:25h
De nuevo una crisis económica está demostrando que la economía no es precisamente una ciencia exacta. No, no me voy a referir al debate epistemológico sobre si las ciencias sociales pueden ser ciencias duras o apenas llegan a ciencias blandas (como les llama el conocido politólogo Giovanni Sartori). Únicamente quiero mencionar el hecho de que la presente crisis económica pone al descubierto que los economistas, célebres o no, están igual de despistados -respecto de la evolución futura de esta depresión- que los sociólogos, los politólogos, los filósofos y otra gente de mal vivir. En realidad, es difícil leer o escuchar algo sobre las causas, la evolución y las perspectivas de la crisis que, en profundidad, no contenga vaguedades, puntos oscuros o contradicciones. Parece que la crisis tiene una cara oculta, una caja negra, que es difícil de reconocer. Respecto de las causas, existe un cierto consenso acerca de que su origen refiere a las turbulencias financieras, producidas por movimientos especulativos, sobre todo en el ámbito inmobiliario (en Estados Unidos fueron las hipotecas basuras y aquí la burbuja del ladrillo). Pero el punto es saber en profundidad si esas turbulencias son realmente el centro del huracán o simplemente son expresiones de algo más profundo: un cambio de época, que en el plano de la realidad instrumental, articula una mundialización exacerbada con un evidente salto tecnológico. Por eso hay economistas que vuelven su mirada a la crisis del 29 o incluso a la de 1850/1870. Yo me inclino a pensar que las turbulencias financieras son efectivamente expresión de un cambio más profundo. Ahora bien, la búsqueda retrospectiva de cuadros similares hay que hacerla con suma prudencia. La reflexión de Joaquín Estefanía sobre el libro de Barry Eichengreen y Kevin O’Rourke (El País, 11/09/11) parece defender la tesis de que las políticas restrictivas (que hoy se impulsan desde Alemania y la Unión Europea) pueden producir una recesión dentro de la depresión. Ante todo, hay que subrayar que cualquiera sea la posible comparación que se haga, no hay que olvidar la gran diferencia entre ambas épocas: la economía que llega a los años veinte del pasado siglo es una bastante laissez-faire, en comparación con la economía considerablemente institucionalizada de nuestro tiempo. Es cierto que los recientes años noventa fueron neoliberales y trataron de desinstituicionalizar el control del mercado, pero el cuadro de mandos institucional de hoy nada tiene que ver con el de los años veinte. Con la ausencia de mecanismos de aquellos tiempos, Grecia hace dos años que estaría en bancarrota y ya lo estarían hoy al menos Irlanda, Portugal, Italia y España, por no decir los propios Estados Unidos en cabeza. Cierto, estoy hablando de capacidades institucionales nacionales y regionales, pero no globales y ahí sí reside el problema: la economía se ha hecho global en serio (es decir, en tiempo real) y no hay ni por asomo algo semejante en términos de gobernanza mundial. Las alusiones de algunos economistas al G-20 son expresiones de deseo en el mejor de los casos. Seamos serios, el G-20 es poco más que un club privado donde se conversa sobre la situación y las posibles vías de solución, pero dista años luz de parecerse a una gobernanza vinculante. Por eso, causa hilaridad cuando algún economista dice eso de: “es que ese país no cumple con lo acordado en el G-20”. Por cierto, en la ponencia de la Conferencia del Partido Socialista se menciona al G-20 con esta misma confusión que mencionamos. Hoy por hoy, la posibilidad de conjuntar políticas financieras se queda a nivel regional y aun en este ámbito son de difícil concreción. Y si no que se lo pregunten a la Comisión Europea. Incluso Obama ya está reclamando una política fiscal verdaderamente europea para superar el despelote que tenemos. En cuanto a las fórmulas para evitar la recesión (dentro de la actual depresión) hay que coincidir con Estefanía que una política restrictiva generalizada puede dar lugar a una caída de la actividad económica. Pero ello no invalida la necesidad de ser completamente cautos con el déficit fiscal. Como dice Obama, hay que actuar en las cortas épocas de bonanza pensando en que puede venir una depresión detrás. Es decir, se acabó el manejo del déficit en una onda larga de expansión, que permitió levantar el Estado de Bienestar. Ahora, para mantener ese Estado hay que jugar al equilibrio y eso hoy significa una política compleja en Europa: propiciar la expansión en las economías mejor situadas (principalmente Alemania) y promover la estabilización de las peor situadas (Grecia, Italia y parcialmente España). Claro, todo esto si queremos seguir jugando al euro. Pero ese tipo de políticas complejas son todavía más difíciles de acordar que las de naturaleza común, que todavía nos cuestan tanto. Así que la cosa sigue teniendo color de hormiga. Eso es lo único en lo que concuerdan todos los economistas. Pero eso lo sabe mejor el tendero de mi calle (que, por cierto, nació a muchos quilómetros de distancia).
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