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La buena memoria

jueves 15 de septiembre de 2011, 08:21h
    Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Granada concluye que quienes mantienen una visión pesimista de lo que han vivido suelen tener peor salud tanto física como mental. Pongámosnos en el caso de un españolo o de una española de unos 70 años de edad… Era un bebé cuando en España aún quedaban rescoldos de la guerra civil, fue a les escuela en los difíciles tiempos de la cartilla de racionamiento y del pelo al cero, estudió el bachiller (si es que lo pudo hacer) entre el “Cara al sol” y los padrenuestros, accedió a su primer trabajo con dificultad, tuvo que esperar varios años para casarse porque el sueldo no le llegaba para abandonar el domicilio familiar, tuvo hijos y nietos por los que se sigue desviviendo, pero ahora  -y ahí está la clave-  ¿cómo contempla su pasado, ahora mismo, cuando cierra los ojos y se pone a recordar?      Al lado de los malos recuerdos de una España sin libertad y con piojos y aún sin penicilina, hay otra España más amable en su memoria: la que progresó hacia la convivencia, la que “inventó” la clase media, la que conquistó una sanidad gratuita, la que está surcada por autopistas en lugar de caminos de cabras, o por el tren AVE en lugar del “tren burra”.     De cómo hagamos el inventario del pasado, depende la felicidad de nuestro futuro e incluso nuestra salud, como demuestra el estudio de la Universidad de Granada que comentamos. ¿Se pueden seleccionar los recuerdos, abandonar los que nos torturan, y poner en primer plano los que nos dan alegría y optimismo?  Poder, se puede, otra cosa es que sepamos hacerlo, porque los psicólogos granadinos también distinguen entre las personas que tienen un instinto “de serie” para esa selección, y las que han de recurrir a un entrenamiento o a una gimnasia mental.      Amigo, le sugiero, ahora que acaba de comenzar el nuevo curso, y cuando muchos españoles sufren eso que se ha dado en llamar “depresión post-vacacional”, le sugiero  -digo- que al hacer balance de su vida ponga en el platillo de la báscula los buenos momentos de su vida, y arroje al basurero las penas o los sustos o las desgracias o los infortunios que bastante daño nos han hecho ya. - Lea también: El inútil Senado Sin dormirse en los laureles  El ejemplo de Nueva York
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