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Contra el miedo y la ira

Contra el miedo y la ira

viernes 31 de agosto de 2007, 22:58h

Hasta hace poco de manera solapada y desde ayer de forma explícita, el Gobierno ha optado por recurrir a la manipulación de la ciudadanía por la vía del miedo como expediente para desviar del escrutinio público el hecho palmario de su propia incapacidad para conducir el Estado.  

Días antes de que asumiera la responsabilidad de administrar la cosa pública, ya hacía circular listas de "indeseables" a los que había que asfixiar política y laboralmente. Una vez en el poder, se ocupó con ahínco de judicializar la política y de atacar a las instituciones democráticas, religiosas y regionales con el propósito de desembarazarse de contrapesos que le impidieran imponer en Bolivia su proyecto centralista, autoritario, unipartidista y con ambiciones de perennidad.

 ¡Cuán descontrolado se encontrará que cuando una significativa porción del territorio nacional le muestra que no está dispuesta someterse a semejantes dictados,   saca del mazo el comodín del miedo, con lo que juega a distraer la atención y a hacer escarnio de librepensadores que le resultan incomodines!. Para los anales de la historia, esta semana se declaró oficialmente la cacería de brujas.

  Cuando hablo de comodines me refiero a cartas políticas que se usan para reagrupar fuerzas cuando éstas están amainando. El mecanismo es simple: visualizar un enemigo real o ficticio tratando de cohesionar a la sociedad en torno a la supuesta amenaza que aquel representa. La dictadura argentina, totalmente acosada debido a sus prácticas criminales, visualizó un enemigo formidable: el Reino Unido, y evidentemente cohesionó al país en torno a la causa de las Malvinas aunque a un precio elevadísimo que, entre otras cosas, aceleró la caída de los propios militares.

 El comodín recurrente de nuestra política es el tema marítimo; el "enemigo", lógicamente, Chile. Probablemente para no entorpecer las conversaciones en curso, el Gobierno no muestra este naipe y como absoluta novedad introduce otro. ¿Qué sentimiento se puede manipular con igual o mejor efecto que el remanido asunto del mar? Voila, el sentimiento antiestadounidense que se supone mayoritario no solo en Bolivia sino en casi todo el resto del mundo. En su alegato antiyanqui, al ministro de la Presidencia sólo le ha faltado convocar a una gran quemazón de banderas de barras y estrellas. Pura chapuza.

 A juzgar por la tibia  –en proporción a la "indignación" de la que hace gala el ministro- reacción de los ciudadanos, tal sentimiento no había sido lo suficientemente   aglutinante sobre todo cuando es claro que el gobierno boliviano está totalmente sometido al venezolano.

 Un gobierno que empieza a recurrir al miedo, producto de su propia inoperancia, en un momento de manifiesta ira en su contra como éste, puede desatar demonios incontrolables. Todo aquel que se precie de ser demócrata, tiene la obligación de manifestarse contra el miedo y la ira.

 

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