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José Rodríguez Elizondo

Desde el Sur. Chile y Perú, amarraditos los tres

Desde el Sur. Chile y Perú, amarraditos los tres

miércoles 10 de octubre de 2007, 08:09h
Estuve en Lima cuando Alberto Fujimori culminó su "regreso estratégico" y percibí que fue un buen punto para el cariño bueno entre chilenos y peruanos. El fallo de nuestra Corte Suprema derrotó al cariño malo. Todos ganábamos. Sin embargo, también comprobé que eso no pudo escribirse a todo plumón, pues ya estaba en el horizonte el pleito en La Haya por la frontera marítima.

En otras palabras, todos habíamos ganado en esa coyuntura, pero ya nos preguntábamos si seríamos capaces de mantenernos la sonrisa, mientras nuestros abogados gringos pleiteaban ante jueces multinacionales. Una interrogante desgraciadamente plausible, pues los encontrones se han convertido casi en el estatus normal en nuestra relación bilateral. Parece lejanísimo ese año 1999, de conflicto cero, que para José Miguel Insulza marcara "el nivel más alto de la historia" en las relaciones vecinales de Chile.

Puede que, por no profundizar en esa bonanza o creerla irreversible, en el corto plazo volvimos a topar con el cariño malo. La lección que debiéramos sacar los chilenos es que no conviene brindar una imagen de desapego regional, por buscar un cariño mejor sólo en las "ligas mayores". La lección que debiéramos sacar chilenos y peruanos, como binomio, es que sin una excelente relación nunca podremos optimizar nuestra participación en la economía global, en los juegos de Apec ni en la integración subregional. Tendríamos que conformarnos con el mediocre subdesarrollo exitoso.

Como el pleito de La Haya parece estar ad portas –y será incordiante por varios años– la tarea del momento sería elaborar pautas de conducta que armonicen nuestras agendas de futuro, reduzcan los recelos del pasado y eviten un mal legado a los sucesores de Michelle Bachelet y Alan García. Como punto de partida práctico, debiéramos ponernos de acuerdo en la obviedad más obvia: la mejor relación entre Chile y el Perú debe depender sólo del Perú y Chile.

No se trata de una perogrullada, sino de una verdad soslayada, que se sintetiza en la necesidad de una política común respecto a la aspiración marítima boliviana. En efecto, más allá del "bilateralismo" ritualizado, que invocan las cancillerías de Chile y del Perú en su relación con Bolivia, el tema siempre termina conflictuando a los tres países. Y, como pasa con esos remedios que tienen fecha de vencimiento, las posibilidades diplomáticas del Gran Bonetón ya caducaron. Parece venida la hora de decirnos hasta dónde estamos dispuestos a llegar para satisfacer a Bolivia, no ser obstáculo en la ruta de su pretensión y no ser afectados por sus propias políticas hacia nosotros.

El último botón de muestra no puede ser más expresivo, si se consideran dos hechos: Uno, que Bolivia, en la línea histórica de sus "practicistas", sigue aspirando a un trozo de mar que supone instalarse, soberanamente, en territorio ex peruano. Dos, que un pedazo de ese mismo mar hoy es reivindicado por el Perú. Según hipótesis personal, hasta podría pensarse que Alan García levantó ese tema, en 1986, en parte para negociar el finiquito de las cláusulas pendientes del Tratado de 1929 y en parte para disuadir nuevas pretensiones bolivianas en la misma línea. Es decir, para no exponerse a los aprietos que sufrió el general Francisco Morales Bermúdez, una década antes, con motivo del consenso Banzer-Pinochet.

De todo lo cual se desprende que si Chile y el Perú hubieran consensuado, ayer, una política para Bolivia, quizás hoy no estaríamos mirando hacia los jueces de La Haya, para definir la calidad de nuestra relación.


José Rodríguez Elizondo (Chile). Escritor y periodista.
*Columna publicada en el diario La República
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