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¿Cuánto?

¿Cuánto?

jueves 06 de junio de 2013, 16:16h
Más de una vez he comparado a Mariano Rajoy con Groucho Marx. Pensaba en su puro, sus ojillos pícaros tras las gafas jugando al despiste o en su habilidad para hurtar el bulto cuando de esfuerzos se trata. Pero nunca, hasta ahora, por la declaración marxista basada en la sólida convicción de "Estos son mis principios; si no le gustan tengo otros".

Gracias al cine no sólo hemos conocido la sabiduría de Groucho, también hemos sabido que todo el mundo tiene un precio. Un país no podía ser una excepción. El permiso de residencia a los extranjeros en España se les dará automáticamente si compran viviendas por un importe superior a 500.000 euros, o deuda pública por 2 millones de euros.

Privilegios a cambio de dinero. Un sistema cargado de historia con un gran porvenir viendo el panorama desolador pintado por los catastrofistas encargados de ablandar a la opinión pública; por puro terror acabaremos aceptando todos los recortes y privatizaciones con la vista puesta en el regreso al futuro de nuestro glorioso pasado. En la España de los Austrias ya se recurría a la venta de oficios de pluma, poder o dinero; vitalicios o perpetuos. Y en el XIX, para evitar el ejército, existían las "sustituciones" y "redenciones en metálico". Los llamados "soldados de cuota" se libraban de la mili o pagaban a otros para hacerla por ellos. El momio de pagar al Estado a cambio de privilegios durante el servicio militar se mantuvo en la Restauración e incluso durante toda la Segunda República.

Con el presidente George W. Bush los precios de una embajada estadounidense rondaban los 250.000 dólares para las más baratas, tarifa extraoficial marcada por Nixon. Donando ese dinero para la campaña electoral de los republicanos uno podía ser destinado a las Bahamas o Isla Mauricio. La legislación aprobada en 1980 según la cual las donaciones para las campañas no pueden usarse para comprar cargos diplomáticos estadounidenses siempre se tomó a risa. Chus Lampreave en "Mujeres al borde de un ataque de nervios" lamentaba no poder mentir por ser Testigo de Jehová. Wilkins, un generoso contribuyente a las arcas republicanas, al ser nombrado embajador en Canadá por Bush, confesó en su irrenunciable honestidad de fervoroso cristiano renacido haber pisado suelo canadiense una vez en su vida, en su caso al borde de las cataratas del Niagara. Wilkins, de Carolina del Sur, declaró ver en su nombramiento una "señal de Dios". En el caso de Obama las epifanías diplomáticas costaban, por lo bajo, medio millón de dólares en donaciones para su campaña. Las embajadas de Austria o Canadá, según un estudio de dos profesores de Penn State citado por el New York Times, costaban 1'3 millones de dólares. París, se valoró en 1'1 millones de euros; Lisboa en 602.686 dólares, y Madrid no llegaba a los 900.000 incluyendo propinas.

Ahora también regresa del pasado José María Aznar. En su infinita sabiduría nos mostraba el camino en 2003, cuando siendo presidente contrató a un lobby en Washington para conseguir la medalla de oro del Congreso estadounidense; 2'3 millones de euros era la partida presupuestaria aprobada por su gobierno para el caso. Siguiendo el ejemplo el gobierno de Rajoy debería poner a la venta las condecoraciones civiles, entre las que se cuenta la medalla al Merito Seguro, al Trabajo, a la Emigración, al Filatélico, la Plus Ultra, y, por supuesto, la Medalla al Mérito en el Ahorro instituida en la posguerra para premiar las labores en las Cajas ¿Quieren postular nombres para ese mérito?

Buscando nuevos filones para elevar el suelo de ingresos la siguiente medida del gobierno Rajoy podría ser cobrar por las matrículas de automóviles personalizadas. Todo es cuestión de establecer una serie de tasas para remediar el déficit público. ¿Cuánto por una plaza de funcionario? ¿Cuánto para quedar exento de la obligación de llevar el casco en la bici? ¿Para una asistencia médica en la Seguridad Social sin listas de espera? ¿Cuánto para drogarme legalmente con cualquier sustancia que se me antoje? ¿Para que mis niños aprendan Matemáticas en las horas de Religión? ¿Cuánto por un indulto de Gallardón sorteando carísimos bufetes? ¿Y por tirar pelotas a la cara de los ministros sujetos por el cuello en un pin-pan-pum?

A esas preguntas se podría añadir la ya clásica de Groucho reformulada por el Presidente de Gobierno o Esperanza Aguirre para míster Sheldon Adelson: "¿Quiere usted fumar en sus casinos? ¿Es usted rico? Conteste primero a la segunda pregunta". 

Se le atribuye también al genial hermano Marx cierto dialogo: "Señorita, ¿se acostaría usted conmigo por un millón de dólares?. "Por supuesto", respondía ella. "¿Y por un dólar?", repreguntaba Groucho. "¿Pero por quién me toma?", contestaba la dama ofendida. "Eso ya ha quedado claro", respondía él, "ahora estamos negociando el precio".
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