miércoles 26 de junio de 2013, 07:46h
El relato del caso Gürtel, las grabaciones, los testimonios,
las confesiones, nos llevan a pensar que estamos ante un grupo de pícaros, una
cuerda de rufianes a los que se les abrieron todas las puertas incluso del
Gobierno de la Nación.
Cuando Correa amenazaba presuntuosamente con la frase de
"tengo ochenta empresas"; cuando sentaba a todos a su alrededor o, en la barra
de un bar, presumía de tener compinchados o comprados a los cargos públicos;
cuando un tipo así se comporta de esta manera, el hedor nauseabundo no puede
resistirse.
Que Isabel Jordán se negara a firmar las cuentas no es más
que un capítulo más de una trama de amiguetes y compinches. Que ésta fuera
amenazada por el presunto capo de la red, entra dentro de lo normal en las
películas de gangsters.
Lo peor es que creara y disolviera sociedades para evitar al
fisco, burlar cualquier investigación, reinar en la mayor de las opacidades o
ampararse en la falta de transparencia de las administraciones que le
contrataban a dedo o a cambio de otras cosas.
Que Pasadena Viajes gestionara los billetes de avión,
hoteles, visitas y estancias de Génova entra dentro de lo normal cuando una
organización tiene el cáncer dentro y nadie se vino a bien extirparlo.
Pero que esta compañía se metiera de lleno en la gestión de
los viajes de la
Presidencia de Gobierno de Aznar, me parece un asunto tan
grave como turbio. Como el hecho de que hasta ahora se haya detectado que
Correa blanqueó al menos 21 millones de euros.
Cuando Javier Nombela, gerente de Correa y asesor del
concejal de Moncloa, le abrió la caja fuerte a Isabel Jordán, le mostró toda
una batería de facturas falsas y documentos que inducen a pensar que, no sólo
se cometían delitos de forma flagrante, sino que además estamos en presencia de
un grupo de verdaderos y torpes pícaros.
@AntonioMiguelC