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Camada negra

Camada negra

viernes 16 de noviembre de 2007, 21:26h

Todos los años por estas fechas pasan al primer plano de la actualidad los grupos de extrema derecha. Los diferentes sectores ultraderechistas aprovechan el doble aniversario de la muerte del dictador y del fundador de Falange para hacerse presentes –o ¡Presentes!, como les gusta decir a ellos– en la sociedad, con su acostumbrado mensaje: mezcla de odio, intolerancia y violencia. Los símbolos son añejos, pero las consignas se han adecuado convenientemente a este aniversario preelectoral. Sin complejos y sin tapujos: La Falange propone encabezar su habitual marcha a Cuelgamuros con un lema que culpa directamente a “los socialistas” del asesinato de José Antonio Primo de Rivera, en 1936.

Las siglas ultras parecen salidas del pasado, pero están acompañadas en el presente de nuevas camadas negras. Los jóvenes fascistas de la transición, instrumentalizados entonces por los poderosos sectores nostálgicos del tardofranquismo, han sido ahora sustituidos, como fuerza de choque en la calle, por una amalgama de grupos neonazis, con una inquietante autonomía operativa. La peligrosidad extrema de los individuos que integran estos grupos, politizados en el radicalismo agresivo, se ha puesto tristemente en evidencia con el asesinato de un adolescente el pasado domingo, salvajemente acuchillado por un miembro de estas bandas criminales.

La observación de los grupos que, año tras año, conmemoran el 20-N permite constatar el estado y evolución, durante todos estos años de Democracia, de la extrema derecha en España. Desde los grupos de la sección juvenil de FN (Fuerza Joven), en el final de los años setenta, empeñados en que todo el mundo diera los gritos de rigor a fuerza de palos, hasta el movimiento neonazi actual, poblado por auténticos delincuentes sociales. La puesta en escena han cambiado, actualizándose de acuerdo con los tiempos. Las antiguas consignas antidemocráticas, defensoras de la superada dictadura franquista, se han convertido ahora en la peligrosa reivindicación de una particular “democracia” excluyente.

El pensamiento político de la extrema derecha, presidido por ideas simples de rechazo y de negación de todo aquello que es diferente, encuentra en el fenómeno de la inmigración su mejor caldo de cultivo. Es su pretexto idóneo para crecer y movilizar toda su carga de brutalidad xenófoba. La gran afluencia de inmigrantes, desde hace ya una década, ha transformado a la sociedad española. El fenómeno está siendo extraordinariamente positivo para España, tanto en términos sociales como económicos; aunque a veces se quiera decir lo contrario, los datos son concluyentes y, además, esta transformación social se está produciendo de forma ordenada y poco conflictiva. La hostilidad a los extranjeros que practican todos estos grupos neofascistas, tanto los revestidos de sus antiguos ropajes falangistas como los de nueva estética nazi, ataca directamente la convivencia y el proceso de consolidación social.      

La extrema derecha no ha encontrado en estos años una posición significativa en la vida nacional. Su fuerza electoral sigue estando atomizada en diversos grupúsculos y sus potenciales electores se siguen inclinando mayoritariamente por el voto útil a la derecha moderada con posibilidades de gobernar el país y con gobiernos efectivos en el nivel autonómico y municipal. En todo este tiempo no ha aparecido un líder con el carisma y predicamento necesario para unir sus fuerzas en un “Frente Nacional”, al estilo francés. Pero, su escasa incidencia electoral no ha impedido, sin embargo, que se mantengan activos y expectantes ante cualquier oportunidad. La propia carencia de una organización nacional mayoritaria hace a sus militantes más radicales.

La capacidad de supervivencia de los ultras ha sido notable. Cuando perdieron el apoyo de los aparatos de seguridad del Estado, que durante años les proporcionaron financiación encubierta y cobertura de inmunidad, tuvieron que retirarse a un segundo plano discreto. Muchos encontraron entonces en los clubes de fútbol de los años ochenta su oportunidad para mantener y refundar sus organizaciones. Como ha ocurrido con tantos otros ámbitos sociales, el moderno desarrollo de internet ha sido muy eficaz para captar adeptos, extender relaciones e intercomunicar nacional e internacionalmente a los distintos grupos. Gente adoctrinada, armada y deseosa de pasar a la acción se mueve a diario en las páginas del movimiento neofascista.  

El Estado no ha ofrecido una respuesta contundente a la existencia impune de estos grupos, que promueven abiertamente una ideología de odio racial y de cultura de la violencia. La razón quizás se encuentre en que no se ha logrado todavía un consenso político suficiente sobre el riesgo que supone para la convivencia de todos tolerar sus actividades. La denuncia pública del fascismo por parte de los partidos políticos democráticos mayoritarios, sean conservadores o progresistas, es una condición necesaria para que se instrumente una política de Estado eficaz en esta materia. Si no se combate de raíz el peligro, y mucho nos tememos que ya está bastante extendido, penetrará inevitamente en el tejido social, en aquellos sectores más proclives a sucumbir  a la lógica de sus engañosos planteamientos nacionalistas.

Hay que reconocer que no es fácil enfrentarse a los extremistas en una sociedad democrática. El respecto a los derechos fundamentales, como la Libertad de Expresión, acaba convirtiéndose en el principal aliado de quienes, haciendo uso de ella, quisieran anularla para todos. Pero, una sociedad sana, libre y avanzada como la española actual tiene derecho a defenderse, agotando todos los mecanismos preventivos y represivos de un Estado de Derecho, de las minorías terroristas que quieren violentar la convivencia.

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