Unidad frente al terror

ETA ha vuelto a matar. Su blanco ha sido esta vez la Guardia Civil, cuando dos de sus agentes iban desarmados y participaban en un dispositivo de vigilancia junto a policías franceses en territorio del país vecino. No es la primera vez que hay víctimas españolas en suelo francés: en 1976 fueron asesinados dos inspectores de la comisaría de San Sebastián que habían acudido a Hendaya a ver una película.

    Desde que en junio anunció formalmente el final del alto el fuego permanente, ETA protagonizó varios atentados fallidos –una media docena-, pero esta vez la banda terrorista cumplió su propósito, como ya temía el Gobierno español, por mucho que se había cuestionado la capacidad de los comandos etarras de segar vidas humanas. Atrás quedan, también en diciembre, las muertes de la T4 en Barajas, justo cuando el año pasado enfilaba su recta final.

    El asesinato de Capbreton, en el departamento de Las Landas, un poco más arriba de Bayona, es una razón más para que entre todas las fuerzas políticas movilicen a la ciudadanía contra la barbarie. Así se desprende de las primeras reacciones de los dirigentes del PSOE y del PP y así lo ha entendido el nuevo líder del nacionalismo vasco, Iñigo Urkullu, cuya toma de posesión como presidente del PNV llega por cierto en un momento crítico. En definitiva, la unidad de los partidos democráticos es la mejor receta para que ETA sepa que no conseguirá nada con la violencia, cuando todo indica que no hay más remedio que tratar policial y judicialmente a la banda, hasta que sus miembros se convenzan de que no tienen salida. De ese modo, tampoco podrán eludir el compromiso por parte del Estado de no conceder contrapartidas políticas a quienes han querido imponer su voluntad de manera tan sangrienta como estéril.