Pocos bolivianos y mucha policía, este es el resumen de una mañana de manifestación en Madrid. Un total de seis tanquetas de policía, con unos cinco integrantes por furgoneta, permanecían vigilantes a la puerta de la embajada con el objetivo de ‘calmar las aguas’ en caso de que fuera necesario. Haciendo cuentas, había más policía que manifestantes, cosa que a todos los allí presentes les parecía ridículo.
Una manifestación de los más pacifista, sin ‘gritos de guerra’ ni expolios de ningún tipo; los bolivianos tan sólo quería protestar, alzar sus preocupaciones y mostrar su desacuerdo con la política nacional de su país. Dicen “no temer a nada, quienes nada hacen, nada temen, pero el Gobierno boliviano teme porque ha hecho mucho daño” asegura Indiana Ascarrunz, voz cantante y organizadora de la marcha en Madrid, que certifica no pertenecer a ninguna asociación y reivindica su papel como “ciudadana independiente” y con voz, por tanto, para defender los derechos de su país.
Tres banderas de Bolivia, una de la paz y seis carteles adornaban la acera frente a la embajada, porque, a pesar de ser una manifestación legal, y por tanto con autorización, no podía realizarse en la misma puerta de la embajada blindada, eso sí, de policías. Desde allí se divisaba un panorama cuanto menos extraño, las ventanas de la embajada permanecían cerradas y tan sólo el objetivo de una cámara fotográfica se asomaba de vez en cuando para tomar instantáneas. Pero nada más, a las 12,00 se disolvió la concentración y todos ‘felices’ y ‘contentos’ con la música a otra parte, pero con la sensación de haber aportado algo, por lo menos apoyo, a los que continúan en Bolivia y sufren en primera línea de fuego las acciones y atropellos a la democracia llevadas a cabo por el Gobierno de Evo Morales.