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Catecismo revolucionario

lunes 04 de abril de 2016, 09:00h
El terrorismo que nos azota en estos tiempos es distinto a los terrorismos que, digamos, sufrimos desde la segunda mitad del XIX –Prim, los fenianos irlandeses, Felice Orsini, Mateo Morral- e idéntico en sevicia.

Sergei Necheyev, psicópata, ladrón y amigo de Bakunin, a quien Camus llama “el monje cruel de una revolución desesperada” y quien es tenido mayoritariamente por el Primer terrorista, en 1869 asesina de un tiro en la cabeza al estudiante Iván Ivanovich Ivanov. En su opúsculo El catecismo Revolucionario sienta obscenamente las bases del terrorismo sanguinario y sin piedad –impío- tal como lo entendemos modernamente.

En realidad, nada importan las justificaciones políticas, filosóficas, económicas o morales, lo inaceptable es la violencia. El mundo que hemos diseñado entre todos desde Lucy es tremendo, voraz e implacable. Pero nos ha traído también el grado de desarrollo que tenemos, viajes galácticos, nanocirugía, internet… y uno de sus efectos colaterales es la desigualdad más descarnada.

Que Occidente consuma el 80% de los recursos planetarios; que un niño muera en el mundo cada tres segundos; que mil doscientos millones de seres humanos no tengan acceso al agua potable; que la esperanza de vida en Sierra Leona sea de 43 años mientras en Japón lo es de 86; que la riqueza acumulada del 1% más rico de la población sea mayor que la del 99% restante agregado… no justifica un solo acto terrorista. Cualquier intento de justificación es revivir el catecismo de Necheyev.

Paralelamente, se diría que el problema es yihadismo, desarraigo, desafección y paro que, adecuadamente teledirigidos, producen monstruos capaces de inmolarse al gritó de Allahu akbar llevándose a 200 infieles con ellos. Puede que sea cierto todo o parte, y hasta puede que fuera cierto que el IRA luchaba por la libertad de Irlanda o que Septiembre Negro era una respuesta a la Haganá hebrea. Al final, se mire como se mire, cualquier justificación al terrorismo es inaceptable.

A las medidas a corto plazo –inteligencia, coordinación policial, vigilancia, legislación- es necesario añadir planes y proyectos de más largo alcance. Si unos individuos en un gueto parisino en una barriada bruselense deciden atentar, simplemente lo harán. Ya no es necesaria una estructura paramilitar; ya no se necesita el permiso de ningún Mando Central para ejecutar los ataques; ya no es siquiera necesario pertenecer oficialmente a DAESH/ISIS: cualquiera puede tener su minuto de gloria y convertirse en héroe y mártir, le basta con gritar Alá es grande al morir.

Podemos cabrearnos, sentirnos aterrados y hasta apuntarnos a cualquiera de las muchas propuestas neo racistas que proliferan últimamente; pero nada de eso cambiará la situación; al contrario, todo empeorará.

En un mundo asimétrico y manifiestamente injusto, de un lado incrementamos nuestro consumo y dependencia de la (sobre)producción creando, por ello mismo, más asimetría en derechos y oportunidades; y por otro fabricamos más armas que nunca: 15% ha crecido el mercado armamentístico mundial entre 2012 y 2015. No estamos hablando de bolígrafos o mesas; estamos hablando de misiles, tanques blindados, aviones de combate, drones, explosivos plásticos, rádares, antimisiles, hardware, software. La cosa es fácil de entender: si un país fabrica armas, su marketing es la guerra. Todo lo demás es solo para despistar. Desde Sergei Necheyev, las explicaciones son las mismas argumento arriba, argumento abajo.

Lo que necesitamos es repartir educación, formación y conocimiento a diestro y siniestro para evitar las exclusiones del sistema. Tenemos que desarrollar planes educacionales y formativos inclusivos para que las personas de esos guetos encuentren su encaje social. Y, claro, habrá que empezar a equilibrar la asimetría económica mundial. ¿Y la hipocresía armamentística? Pa' otro día mejor.

Las circunstancias que nos envuelven y las repuestas que damos están mostrando que lo institucional que tenemos no alcanza, que no somos capaces de dar respuestas oficiales acordes a nuestro ideario europeo y que las ideas que alumbró la ilustración, con las circunstancias de hoy, no pueden ser debidamente vehiculadas con el actual desarrollo de Europa. Necesitamos las instituciones de una Europa unida política, fiscal y socialmente; las fronteras son chorradas de reyes antiguos.

Solamente una apuesta decidida por el desarrollo educacional podrá darnos herramientas para solucionar un problema que no es de religión, que no es de civilizaciones; que es de ignorancia y encuentra en la asimetría social su mejor excusa.

@manuelpascua

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