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Pedro Sánchez está acabado; sólo él no lo sabe

sábado 22 de octubre de 2016, 12:59h

Los pasillos del hotel Reconquista, donde se celebra la tradicional recepción tras la entrega de los Premios Princesa de Asturias, son habitualmente un hervidero donde la 'sociedad ovetense', periodistas, premiados y otros invitados se mezclan en confusa algarabía en busca de un saludo a los reyes, de intercambiar unas palabras con el político de moda. Y este año, claro, al margen de que la 'clase política' fue escasa, no había por allí político más de moda que el presidente del Principado, Javier Fernández. Que, además, preside la comisión gestora que este domingo tratará de imponer la abstención en la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy, muy probablemente allá por el domingo 14, es decir, dentro de una semana.

Y Fernández, asediado por gentes que le deseaban todo el éxito del mundo en su difícil gestión de conducir las turbulentas aguas socialistas hacia una solución razonable -no lo son unas terceras elecciones_, ni escondía su talante habitualmente serio, quizá un punto triste, ni la dificultad de una tarea, la de este domingo, que todo indica que le va a salir bien. Al menos, ya digo, este domingo; después...

A Fernández, la gente que le conoce, que no es tan fácil la cosa, le aprecia. Le dije, bromeando: "ten cuidado, porque con Pedro Sánchez también se querían todos hacer 'selfies', y ya ves". Lógicamente, no está el horno para esos bollos bromistas, y la broma no fue respondida. A Sánchez, que el año pasado fue la máxima estrella de ese mismo pasilleo tras los premios ovetenses, ni se le esperaba ni se le recordaba. Un socialista asturiano que tuvo un papel de relieve no hace mucho, y ahora vuelve al candelero, estuvo de acuerdo conmigo en que 'Pedro Sánchez está acabado; sólo que él no lo sabe todavía, y es el único que no lo sabe'. No se trata de hacer leña del árbol caído, claro; excepto cuando esta leña se empeña todavía en provocar un incendio.

Bueno, la verdad es que tal vez sí lo sepa: las especulaciones que escuché giraban en torno a la posibilidad de que el ex secretario general del PSOE, cuya gestión es mayoritariamente calificada por sus correligionarios, hasta donde he podido entender, de 'calamitosa', abandone en esta misma sesión del comité federal su escaño de diputado: no quiere votar abstención tras lo inflexible de su posición, y votar 'no' en minoría en la sesión de investidura le colocaría en una situación difícil. Mejor mostrarse digno y abandonar el Congreso. ¿A la espera de otras oportunidades, de unas primarias, del congreso del partido? Ya será un poco tarde: quienes le pronosticamos, pensando aún que era el recambio que el país necesitaba, que su 'no, no, no, nunca, jamás, qué parte del no', etc, le conduciría al suicidio político, recibíamos siempre una ración de autosuficiencia. El tenía razón, los demás, todos los demás, estábamos equivocados.

Hay gentes que aún creen en una posible resurrección política de Pedro Sánchez, pero yo creo que es el pasado. Un pasado crispado que yo no percibo ahora en el PSOE, por más que haya quien se empeñe en mostrarlo dividido, apelando a unas 'bases' presuntamente 'sanchistas' porque se celebran algunas asambleas en determinadas agrupaciones sin mayor trascendencia, que se sepa. El PSOE es un partido demasiado antiguo -eso no quiere necesariamente decir viejo_ y demasiado baqueteado como para romperse, así, sin más, tras lo de Largo Caballero y Prieto, tras lo de Suresnes, tras lo de la OTAN, tras el abandono del marxismo. Sánchez quiso hacer una revolución cuyo primer efecto quiso que fuese conducirle a él a La Moncloa. Le salió el tiro por la culata: dijo que quería enviar a Rajoy a la oposición, y casi hace desaparecer el PSOE, además de fortalecer a Rajoy. Siento decirlo de manera tan contundente, porque también evidencio mi propia equivocación: la 'era Sánchez' trajo muchos males al partido... y al país.

Hoy, el PSOE está provisionalmente dirigido por un hombre serio, forjado en muchas luchas, veterano, poco amante del trapecio y de los juegos de salón. Todos, ya digo, le palmeaban y le deseaban suerte, incluyendo Albert Rivera y otros no socialistas que por el Reconquista pululaban. Creo, personalmente, que merece(mos, todos, socialistas y no) esa suerte, que algunos crispadores de la situación política nos han venido negando. Y sí, pienso también, al hablar de la crispación, en ese Pablo Iglesias incapaz de controlar su propia situación interna, y en esos 'duros' de la situación en el PP refractarios a que este país cambie de una vez.

Nos hallamos ante días muy importantes para ese Cambio, para que el futuro mejore. Y este domingo vamos a asistir al primer capítulo de una serie de acontecimientos que no acabará a finales de octubre con la investidura de Rajoy; ese momento puede ser el principio de la ruta. Un camino hacia el Cambio que va a durar unos meses, encabezado por gente sensata, como la que está, me parece, fabricando el 'nuevo' PSOE y, quién sabe, quizá también, por optimismo que no quede, el 'nuevo' centro- derecha español.

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