Europa se complica ella sola

La mayor virtud de la Unión Europea es haber evitado la guerra entre sus miembros durante los últimos 63 años. En un continente que hizo del conflicto armado un ritual histórico, no es poco mérito.

Ahora, buscando una proyección diplomática de la que carece, se ha empeñado en avalar la independencia de Kosovo. Ello, en contra del Estado serbio del que forma parte, de la opinión de algunos miembros de la propia UE y hasta de las normas de la ONU, única legitimada para semejante decisión.

Con esta actitud, más que pisar un charco embarrado, la UE puede estar sumergiéndose en un océano de futuras escisiones traumáticas, desde Euskadi hasta Chechenia, o sea, “del Atlántico a los Urales”, que decía el francés Charles de Gaulle cuando abogaba por una Europa continental fuerte y unida.

Si los europeos no somos capaces ni de coordinarnos en el contingente armado que tenemos desplegado en Afganistán, ¿cómo vamos a hacerlo en unos Balcanes donde el odio étnico supera con creces a la cooperación? ¿Será Kosovo una futura Bosnia, hundida en el descrédito, con tres comunidades viviendo cada una de ellas de espaldas a las demás? ¿Se separarán los serbios de Strpce del resto de Kosovo en cuanto éste se independice? ¿Comenzará una serie de escisiones europeas en cadena, a semejanza de esas matrioshkas rusas en que dentro de cada muñeca hay otra y así sucesivamente?

Mientras tanto, no hemos conseguido ni siquiera extender el euro a todos los países de la UE ni prestamos atención a las súplicas integradoras de Turquía, con lo que conducimos paulatina e inevitablemente al régimen de Tayyip Erdogan hacia el fundamentalismo islámico.

A fin de poder cumplir con su vocación de gran potencia, a Europa le falta hasta un texto constitucional que los distintos egoísmos nacionales no han sido capaces de aprobar. ¿Cómo va a tener el continente una política común cuando lo que más se discute dentro de ella es el distinto reparto de los fondos comunitarios? ¿Cómo va a presentar un frente unido si hasta en la inmigración existen regulaciones distintas y hasta contradictorias?

Los fenómenos físicos, y también los políticos, jamás permanecen estables, sino que evolucionan en un sentido o en el contrario. Así que, de aquí a poco, o Europa tiene una política energética común, unas mismas reglas de juego para acoger e integrar a los inmigrantes, un régimen para trasvasar agua de las zonas húmedas a aquellas áreas que se desertifican… o, a diferencia de los países con futuro —China, Rusia, India,…— y hasta del mismo Estados Unidos, volverá a mostrar los costurones históricos de unos problemas nunca cicatrizados del todo.