Voces sensatas señalaron en su oportunidad que el espíritu bélico del presidente Álvaro Uribe, y su llamado Plan Colombia, afectaría definitivamente al Ecuador y que era indispensable que condicionáramos nuestra posición como país.
Los gobiernos de entonces, de Noboa y Palacios, con sus cancilleres, prefirieron la política del avestruz, cuando debíamos exigir que la guerra entre colombianos se iniciara desde nuestra frontera hacia el norte y no al revés.
El presidente Uribe ha sido claro en implementar la teoría norteamericana de que sus intereses no respetan fronteras ni soberanías. Más aún, tiene la insolencia y la audacia de increparnos por la existencia de uno o varios campamentos de las FARC, cuando pese a todo su poder bélico, y asistencia de Washington, media Colombia se encuentra en poder de los ejércitos irregulares.
El presidente colombiano, desesperado, halló su oportunidad para internacionalizar su conflicto.
Hoy debemos tener la certeza de que Uribe representa la línea dura del gobierno mentor de sus políticas y aunque la historia es pródiga en sus ejemplos, terminará juzgándolo y condenándolo al igual que a Stroessner, Trujillo, Pinochet o Somoza, aunque en su espíritu de generador de tragedias aspire a ubicarse en la historia junto a Franco, Mussolini o Hitler.
Hoy nuestra alternativa debe ser que los organismos internacionales, a costa de Colombia, coloquen una fuerza de control multinacional en nuestra frontera norte. Ecuador no puede ser partícipe de la sangrienta confrontación bélica que aqueja al hermano pueblo colombiano. Como siempre, nos toca ejercer la solidaridad, pero no colocarnos al lado de unos u otros.
Si (
No(
