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La  desfachatez de Rajoy

La desfachatez de Rajoy

martes 11 de marzo de 2008, 21:56h
Lo ha dicho sin torcer el gesto, con esa especie de mezcla entre la timidez y la sorna gallega que le caracteriza: “me siento exactamente igual que antes de pasar por las urnas”. Rajoy acababa de pastorear a un comité ejecutivo que parece encerrado en un laberinto al que no encuentran salida:  ni con él ni sin él parecen tener remedio sus problemas para gobernar España. Y se le veía visiblemente satisfecho. Tanto que se ha atrevido a considerar muy buena su campaña electoral y a asegurar que no va a cambiar de discurso en los cuatro años en los que quiere liderar la oposición: “si cambio el discurso me hago de otro partido”, ha sido otra de las perlas pronunciadas por el líder popular esta tarde. Y para que no falte de nada, el perdedor, el candidato que no han querido los electores que gobierne, le ha dado consejos a Zapatero, el candidato que los españoles si han querido que gobierne, de cómo lo tiene que hacer. Rajoy dice sentirse en plena forma y ahora parece dispuesto a examinar uno a uno a todos sus colaboradores para ver cual sí y cual no es llamado a su derecha para entrar en la candidatura que presente al congreso del partido en junio. Fastuosa forma de darle la vuelta a la tortilla pepera. No son las bases y los dirigentes quienes tienen que examinarle a él y preguntarle que merecimientos tiene este caballero para seguir apoyándole pese a llevar dos sonador revolcones en las urnas, el último después de haber puesto patas arriba el país y elevado la crispación en la sociedad hasta someter al Gobierno legítimamente constituido a una especie de kale borroka  diaria. La versión Rajoy de hoy es que a él corresponde apartar las manzanas podridas del cesto de los dirigentes para llevarlos  a la gloria de la oposición en la que él reinará cuatro años. Porque en el colmo del atrevimiento lo ha dicho: “me presento al congreso del partido para ser el candidato a la presidencia del Gobierno en 2012 porque es lo mejor para España”. Y lo malo es que al pronunciar semejante petulancia ni timidez ni sorna, total seriedad y convencimiento. Además de a un candidato derrotado y cuestionado que, al menos en público, no admite la autocrítica encontramos sorprendentemente a un político iluminado que se atreve a interpretar los intereses del país hasta el punto de identificarlos con los suyos. Todo es perfecto en este señor, todo lo ha hecho bien, sigue manteniendo las mismas cosas que le han llevado a la derrota y solo admite un problema: “el problema ha sido el resultado”. Es decir, el problema son los españoles que no han sabido captar su bondad. Mal empieza. Habrá que averiguar si el sentido común de su partido lo hace cambiar o prescinde de su desfachatez y de su petulancia. No sabe ganar porque no puede pero a lo que parece tampoco sabe perder.
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